Desde los albores de la
Revolución Industrial, hacia fines del siglo XVIII, con la novedosa incorporación al sector productivo de las míticas máquinas a vapor, y un poco después con la aparición del ferrocarril, y demás cuestiones, la economía viene sufriendo cambios constantes y sonantes en los últimos tres siglos; algunos han sido más radicales y produjeron un impacto mayor que otros pero todos tuvieron algo en común: acrecentar la producción al máximo posible al tiempo que se trata de reducir los costos al mínimo.
En los últimos años uno de las vedettes de la economía a escala mundial son los famosos “
commodities”, y dentro de ellos, y en lo que a nosotros nos importa en este artículo, los alimentos.
Desde el nunca bien ponderado yuyito que crece casi en cualquier lado y que gracias a la tecnología aplicada a la agricultura tiene un rinde mayor al de sus colegas, hablamos claro está de la soja, hasta los más clásicos protagonistas del comercio agroexportador de nuestro país, como la carne, el trigo, el maíz y similares, una de las industrias que más ha crecido y que más se ha “industrializado” no sólo a nivel local sino también a escala mundial es la alimenticia.
Ya con estos datos podemos, enlazando unos cabos con otros, encontrar algunas de las respuestas al fenómeno que especialmente nos interesa comentar aquí y poner sobre la mesa de discusión:
“Los tomates ya no tienen el sabor que tenían antes”.
En paralelo a este otrora rico fruto podemos mencionar, a modo de ejemplo, otros casos de “productos” que han perdido su ¿verdadero? sabor o al menos el que supieron tener cuando nosotros (personas de entre 25 y 35 años para arriba) éramos niños: la carne vacuna y el pollo, por razones similares a las del tomate (que ya repasaremos y que básicamente tienen que ver con la búsqueda del mayor rinde posible con el menor costo) así como otros “alimentos” que, quizás con razón o quizás engañados por nuestro propio sentido del gusto que con el paso de los años puede sufrir alguna que otra modificación, han provocado que muchas personas pusieran el grito en el cielo cuando golosinas o galletitas que años atrás tenían un gusto propio y determinado hoy ya no lo tienen y, en ocasiones, parecen haberse mancomunado en un gran sabor común e impersonal.
Uno de los casos que mayor repercusión tuvo en este sentido fue el de las míticas galletitas “tenataciones” que luego de su desaparición del mercado por algunos años y gracias (supuestamente) al “clamor” popular
regresaron a las estanterías de los kioscos pero el pueblo (entendiénsoe a pueblo como las personas que han probado las "nuevas" tentaciones y me comentaron su opinión) dio su veredicto: no saben igual a cómo sabían antes, no son las mismas, no las quiero.
Volviendo al tema que nos interesa, bien vale, ahora sí, hacer mención a la campaña que iniciara en la red social Twitter la (pronta a recibirse de) comunicadora social y gran fotógrafa, Val Rag, quien tomó el toro por las astas y desafiando a los grandes medios, alzó su voz contra uno de los mayores fraudes de los últimos años. Estas fueron sus palabras:
“Qué gran mentira que nos comemos todos los días. No tiene color tomate, no tiene gusto a tomate, pero hermano, nos lo venden como tomate.”
Duras expresiones que rápidamente encontraron eco en nuestro redactor en jefe y nuestro equipo de SirCampañas, que puestos a pensar crearon el slogan que da título al presente post.
Pero Val Rag no se quedó allí, sino que dio un valiosísimo aporte fotográfico que da cuenta de la mentira que los argentinos comemos cada vez que nos preparamos una clásica ensalada de lechuga, tomate y cebolla.
Mejor que las palabras, la imagen:
Es probable que los tomates comparados en la imagen no sean de la misma “especie” pero de todas maneras entre el natural que vemos a la izquierda (obtenido directamente de una huerta “casera”) y cualquier espécimen de su misma raza de los que se ofrecen masivamente, las diferencias también son claras y evidentes.
En un rapto de crítica humorística claramente direccionada a los falsos mercaderes y hombres de industria, Val Rag volvió a la carga con una curiosa propuesta gastronómica:
“Con tomates reales como estos fundo una corriente gastronómica cuyos platos consistan de un tomate al medio solo, más guarnición a elección”.
Como decíamos, el redactor en jefe de nuestro blog, comprometido con la causa, junto con nuestro equipo de supuestos creativos y hombres de ideas, elaboró el slogan “Date el gusto, saboreá un tomate natural”, ante lo cual recibió numerosas respuestas en forma de interrogantes en los que la pregunta principal era la misma: “Sí, ok, pero dónde los consigo, Sir”.
Bueno, eso ya es otro tema y sin dudas de difícil solución, salvo que uno eche mano a otro fenómeno que, quizás a la par al caso de los tomates que perdieron su sabor, viene creciendo a pasos agigantados en los últimos años: las huertas “orgánicas” o naturales, que ofrecen productos “reales” de granja, frescos y con, sobre todo, alimentos que conservan su verdadero sabor o al menos el que supieron tener cuando nosotros (personas de entre 25 y 35 años para arriba) éramos niños.
Pero lo cierto, real y verdadero es que por sus costos y/o porque no pueden entrar a competir con los popes de la comercialización de este tipo de alimentos, este tipo de opciones suele estar reservada para un selecto grupo de personas que o bien tienen recursos suficientes como para soportar el desfasaje entre unos y otros precios, o bien cuentan con más tiempo para acercarse hasta estos lugares (para ir a comprar exclusivamente este tipo de productos) o bien tienen la paciencia de esperar por el pedido que solicitaron por teléfono.
Sea como fuere, y más allá de la existencia de esta opción, la clave a revelar pasa por otro lado: por qué el tomate que yo compro (y que siempre había comprado de esa manera) en la verdulería de la esquina o en el super o mercado de barrio ya no tiene el sabor que supo tener, eh?
Volviendo, entonces, a las causas que producen parte de este fenómeno, Val Rag fue la encargada de tirar la primera piedra al tiempo que no escondía la mano sino más bien la alzaba más alto para quedar aún más en evidencia, haciéndose plenamente cargo de sus acciones:
“Tal vez la aderezo dependencia de los que dicen que, sin condimentar, la ensalada no tiene gusto a nada, es que viene la extinción del sabor de los tomates” (aquí debemos aclarar que hemos modificado un poco el tweet textual para que se comprenda mejor habida cuenta de que en el medio había otros que explicaban mejor éste)
Cuántas veces hemos escuchado decir a nuestros padres (o amigos, o conocidos, o señores que aconsejan por televisión) que a los alimentos hay que condimentarlos lo justo y necesario; cada uno de ellos tienen su “propia” sal, su propio “azúcar”, si nosotros vamos y los aderezamos exageradamente en realidad no hacemos más que “tapar” el verdadero sabor de los alimentos.
Quizás, sólo quizás, los falsos mercaderes y hombres de industria tomaron nota de las costumbres del hombre “promedio” al momento de condimentar las ensaladas y dijeron: “Con lo que la gente adereza los alimentos para qué diablos vamos a conservarles el sabor que tenían si a nadie parece importarle”.
Y así fue como comenzaron a desarrollar, en lo que aquí nos interesa, la “agricultura intensiva”; así fue como fertilizantes y una enorme galería de productos químicos entraron en acción, dándole el pertinente impulso a la industria de los “agroquímicos”.
Parte de la explicación la encontramos en
ESTA nota del diario cl*rín, en la cual la ingeniera agrónoma Mariana del Pino viene a traer luz en medio de tanta oscuridad.
En resumidas cuentas, la clave pasa por la semilla (y lo que esta rinde). “Tiene muchas virtudes para la producción, pero el sabor, esa mezcla de acidez y dulzor, no es bueno”, comenta Del Pino, al tiempo que agrega que, entre otras características, este tipo de tomates “industriales” provienen de una semilla híbrida que permite un rinde excepcional: una planta de tomate de esa semilla produce 20 kilos contra los 6 kilos que da una planta de “tomate platense” (que la ingeniera da como ejemplo) que vendría a corresponder con el “tomate clásico”.
Otra de las características que tienen los tomates que provienen de semillas híbridas es su resistencia: desarrollan un buen aspecto (aunque desde aquí agregamos que el color no es el mismo), dureza (soportan más tiempo sin ponerse blandos) y resisten mucho mejor a las plagas, uno de los males al que mayor temor le tienen los productores agrícolas.
En la misma nota, y para no hacer tan extenso el post y desviarnos del tema central, especialistas del INTA y del Foro de Alimentación, Nutrición y Salud (FANUS) dan respuesta a la pérdida o la modificación del sabor en la carnes.
Para dejarnos un poco más tranquilos (o para asustarnos más, vaya uno a saber) este fenómeno de los tomates y su pérdida de sabor no ocurre solamente aquí en nuestro país. Tan sólo como ejemplo, pueden leer esta
OTRA nota en la que se pone de manifiesto que este mismo problema también sacude al pueblo español.
Uno de los efectos “positivos” de este tipo de elaboración es aquel que podríamos resumir bajo la premisa: “hoy podés conseguir lo que quieras en cualquier estación del año”, algo que antes no era habitual (más allá de algunos casos puntuales –frutillas?, cerezas?- que aún no han caído en las garras de estos falsos mercaderes y hombres de industrias).
Antes de cerrar, agradecemos la colaboración de
Val Rag para la elaboración de este post y su visto bueno para que pudiéramos utilizar su imagen de los tomates que publicamos aquí. Más y mucho mejores fotos de Val pueden ver en su página en FB, a la cual pueden acceder simplemente haciendo clic en
ESTE precioso link.
- Si conocés un lugar donde vendan tomate con sabor a tomate, hacé correr la voz. "Date el gusto, saboreá un tomate natural". Saludos.
- Cuando Manal grabó "Jugo de tomate frío", el tomate que comprabas tenía sabor, hoy ya no. "Date el gusto, saboreá un tomate natural".
- El tomate antes sabía tan rico que se lo comía como lo que es: una fruta. "Date el gusto, saboreá un tomate natural".
- Hoy el tomate no tiene gusto a tomate y tenemos que soportar que “ai se eu te pego” (o como diablos se escriba) sea uno de los hits que más rotaron mediáticamente.
Saludos.
SirThomas.