Llego a la boca del subte. La lluvia cae sin cesar. Me detengo debajo de un toldito para fumar un cigarrillo mientras me seco como puedo la empapada frente. Al momento de apagarlo e iniciar el camino hacia la escalera, mi pie derecho se impregna en un regalo que algún mejor amigo de algún hombre se encargó de dejar en las irregulares baldosas de la vereda. Miro hacia mis costados para observar el panorama. Ante la ausencia de testigos, aprovecho el agua de lluvia para quitarme la buena suerte y comienzo a descender por la escalera.
Bajo, gasto el único viaje que me resta en la tarjeta, atravieso el molinete. Todo marcha según el plan. Veo los carteles que anuncian las opciones que tengo, una sola es la que me sirve. Más allá de conocer mi destino final de este y otros viajes, extrañamente siempre la duda aparece, sobre todo cuando la decisión pasa por optar entre dos direcciones que muy de vez en cuando suelo tomar. “A plaza de Mayo”, dice el cartel de la izquierda y hacia allí me dirijo.
Ya en el andén, me enchufo los auriculares para amenizar la espera. Un enorme ventilador envía hacia mi rostro toneladas de aire viciado. Dos canciones de una banda que no conozco pasaron y ni noticias del subte. A la mitad de la tercera, aparece.
Hacía bastante tiempo que no me tomaba esta línea en particular, la más antigua y pintoresca de las seis que surcan subterráneamente la ciudad. Vuelven a mi memoria las expediciones que de chico realizaba con mi viejo o mi abuela. Toda una aventura era sentarse en el “primer vagón” para observar el recorrido que va atravesando el subte. Los asientos enteramente de madera le dan ese toque inglés tan particular.
Finalmente, el subte llega, frena y la gente comienza a subir. Miro hacia mi derecha, cuatro personas ingresan sin problemas a la formación; miro hacia mi izquierda y la misma escena se repite, incluidos una madre y su pequeña hija. Miro hacia delante, mi puerta no se abre. Inmóvil, de frente al problema, sin poder entrar, me pregunto: ¿Qué pasa que no se abre? Justo estas puertas no funcionan, será de dios. Las palpitaciones se aceleran, los nervios aumentan. Vuelvo a mirar hacia ambos costados. Ya no quedan personas en el andén.
En medio del torbellino, un segundo de claridad me devuelve la calma. Pero no tenía mucho tiempo, ya todos habían ingresado y yo ahí, aún parado en el solitario andén, en estado de shock, sin poder reaccionar. Leo el cartel salvador “Abra manualmente sólo cuando la unidad se encuentre detenida”. Abro las puertas, doy un paso hacia adelante, las cierro. Una pareja, atónita, se me queda mirando pero poco importa eso. Me siento. Arranca el tren.
Bajo, gasto el único viaje que me resta en la tarjeta, atravieso el molinete. Todo marcha según el plan. Veo los carteles que anuncian las opciones que tengo, una sola es la que me sirve. Más allá de conocer mi destino final de este y otros viajes, extrañamente siempre la duda aparece, sobre todo cuando la decisión pasa por optar entre dos direcciones que muy de vez en cuando suelo tomar. “A plaza de Mayo”, dice el cartel de la izquierda y hacia allí me dirijo.
Ya en el andén, me enchufo los auriculares para amenizar la espera. Un enorme ventilador envía hacia mi rostro toneladas de aire viciado. Dos canciones de una banda que no conozco pasaron y ni noticias del subte. A la mitad de la tercera, aparece.
Hacía bastante tiempo que no me tomaba esta línea en particular, la más antigua y pintoresca de las seis que surcan subterráneamente la ciudad. Vuelven a mi memoria las expediciones que de chico realizaba con mi viejo o mi abuela. Toda una aventura era sentarse en el “primer vagón” para observar el recorrido que va atravesando el subte. Los asientos enteramente de madera le dan ese toque inglés tan particular.
Finalmente, el subte llega, frena y la gente comienza a subir. Miro hacia mi derecha, cuatro personas ingresan sin problemas a la formación; miro hacia mi izquierda y la misma escena se repite, incluidos una madre y su pequeña hija. Miro hacia delante, mi puerta no se abre. Inmóvil, de frente al problema, sin poder entrar, me pregunto: ¿Qué pasa que no se abre? Justo estas puertas no funcionan, será de dios. Las palpitaciones se aceleran, los nervios aumentan. Vuelvo a mirar hacia ambos costados. Ya no quedan personas en el andén.
En medio del torbellino, un segundo de claridad me devuelve la calma. Pero no tenía mucho tiempo, ya todos habían ingresado y yo ahí, aún parado en el solitario andén, en estado de shock, sin poder reaccionar. Leo el cartel salvador “Abra manualmente sólo cuando la unidad se encuentre detenida”. Abro las puertas, doy un paso hacia adelante, las cierro. Una pareja, atónita, se me queda mirando pero poco importa eso. Me siento. Arranca el tren.
Saludos.
SirThomas.
7 comments:
Sir... tenés que cuidarte... Fijate por donde caminás!!!
La línea A es simpática... hace tiempo que no la tomo... y si no me abriera la puerta, me muero de un infarto.
Besos
La linea A dejó de ser pintoresca. Ya fue el "oh, mirá , qué tren antiguo, es maravilloso".
Si e stan lindo ponedlo en un museo, prefiero viajar más segura (lo de las puertas es increible) y cómoda (los asientos de maderita te hacen doler el trasero).
Conta.Dora.
Bien, gracias por el consejo.
Saludos.
Pat.
Bueno, respecto de la Línea A, haremos algún otro comentario próximamente, justamente señalando sus defectos, pero pintoresca es, eso no se puede negar.
Saludos.
La línea A es lo más. Abrir las puertas a mano es lo único del Subte que aún reconcilia con la (su) humanidad. Saludos.
Bien, gracias por la opinión. Lo curioso (?) es que se cierran automáticamente, porque no se podrían abrir de la misma manera (en esos subtes viejos). Yo tenía la idea, aparte, de que eso ya lo habían cambiado en todos, porque otras veces que lo he tomado, me tocaron subtes con las puertas automáticas.
Saludos.
buena narración, Sir!
es cierto que podrían abrirse de la misma manera en que se cierran jaja.. pero bueee..
en el segundo renglón leí "empanada" en lugar de "empapada". creo que sigo afectada por las fotos de los canelones y la fuckin dieta!
saludos!!
jeje, gracias Loolie.
Los canelones rankearon alto :P, espero que logre su cometido con la dieta.
Saludos.
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