La jornada laboral transcurría sin sobresaltos hasta que ocurrió lo impensado. Al intentar levantarme de la silla, corriendo la misma hacia atrás, tomándome como me tomo siempre de los apoyabrazos, un fuerte ruido y un pedazo de plástico que cae al suelo me hicieron notar el desafortunado accidente: el apoyabrazos derecho pasaba a mejor vida.
La imagen de la silla y el apoyabrazo no me dejan mentir.
Como en las oficinas centrales de la editorial jurídica en donde trabajo solemos utilizar como medio de comunicación eficiente el antiquísimo recurso de los carteles (para que se entienda, basta con hacer click ACÁ, AQUÍ o ACÁ) junto con uno de los gerentes de la compañía, armamos un hermoso cartel para que sea visto por "Raúl", hombre de confianza de la empresa que presta servicios de limpieza y mantenimiento general, entre los que se incluye el ítem: arreglos varios.
A todo esto, yo estaba sin mi silla, penando cabizbajo por las oficinas con mis asentaderas al aire.
Luego de las risas y sonrisas pertinentes, comenzó el plan canje. Probé con otras sillas de la oficina que estaban desocupadas. Pero, claro, por algo habían sido descartadas: todas (dos para ser preciso) tenían algún problemita: o el respaldo no respaldaba bien, se movía mucho, o estaba tirado muy para atrás, y los mecanismos para ajustarlo ya estaban "vencidos", con lo cual por más que uno los moviera e intentara ajustarlo, no surtían efecto alguno, o bien hacían mucho ruido, debido al desgaste sufrido tras dos años de uso diario por parte de uno de los pesos pesados de la redacción. Sumado a esto, está el tema del "acostumbramiento" también: no es lo mismo usar cualquier otra silla (en este ejemplo) que una que uno viene utilizando desde hace dos años y fracción.
En definitiva, ninguna de las candidatas testeadas terminaba de amoldarse correctamente a mi cuerpecillo, o bien eran molestas para los compañeros de labores (por el ruido que hacía una, vio).
Ante este panorama, opté directamente por volver a utilizar mi silla, que luego debía colocar en el sector "cosas para que Raúl arregle", pertinentemente señalizado por la silla misma.
El final de la historia fue feliz. A las 48 horas de presentado el reclamo ante las autoridades y de exhibida la silla con el cartel, Raúl cumplió una vez más y arregló el apoyabrazos a la perfección. Gracias Raúl.
(foto de archivo, con la silla en perfectas condiciones)
Son cosas que pasan, dirían nuestros amigos de Moviendo los Hombros.
Saludos.
SirThomas.
7 comments:
me paso algo parecido sir,
en mi caso tuve q esperar q uno de mis compañeros renuncie
para apropiarme de su silla... TRISTISIMO!.-
Ehhh... el comentario de Meme me mató! jajaja!
Besos!
es cierto uno se acostumbra a "su" silla, qué bueno que hubo final feliz, :)
beso!
Excelente respaldar. El de la silla también ;)
Meme.
Tremendo lo suyo; una claro ejemplo de que siempre se puede estar peor en este país. Gracias por el valiente testimonio.
Saludos.
Conta.
Exacto.
Saludos.
Lu.
Gracias por el mensaje y compartir la acotación respecto de la silla.
Saludos.
Anonymous.
Gracias; de espaldas tengo un parecido a Brad Pitt.
Saludos.
La foto de archivo la conozco, íbamos a extrañar a la silla pero su reaparición nos devolvió la alegría.
Y sí, cosas que pasan Sir, es así. La Templanza es la llave a la victoria.
Abrazo!
Cesar.
Jeje, sí, correcto! (por la foto de archivo), tiene su fama.
Gracias. La templanza es todo.
Saludos.
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