Sucede, sobre todo o más que nada, en plena hora pico. Te subís como podés, tratás de hacerte chiquito si no hay tanto espacio como para acomodarte lo mejor posible. Huecos, recovecos en los que antes sabías que entrabas ahora no son suficientes para tu cuerpecito, algo cambió. De todas maneras, eso no es lo esencial; ni la falta de espacio ajena ni los sobrantes del propio; se puede viajar un par de estaciones todo apretujado; no es ese el problema que nos ocupa ahora, además tiene solución: es cuestión de aspirar profundamente, enyoguizarse, y espirar lo más suave que se pueda porque hasta eso se siente cuando entrás y quedás pegado cuerpo a cuerpo con uno, dos o tres desconocidos compañeros de viaje. Apenas hay lugar para mover un poco los brazos o las manos y muchas veces el brazo que entró levantado así debe quedar por algún tiempo. Apelás a tu templanza, sabés que a la cuarta o quinta estación de iniciado el viaje, todo se va a ir calmando y los espacios volverán a aparecer como para acomodarte mejor, relajar la tensión y disfrutar la llegada a destino.
(Sir: disfruta un momento poco usual: sentarse solo en un banco en el subte, imagen de archivo)
Sin embargo, decíamos, eso no es lo esencial en este tipo de situaciones en las que se viaja como "sardinas" enlatadas (o como ganado, elija usted su preferida). Lo que más incomoda, sobre todo o más que nada, para los tímidos como uno es encontrarse frente a frente, o de perfil, con la mirada del otro.
Movés la cabeza para uno u otro costado y allí te encontrás con ese par de ojos, y ese otro, y el de más allá, de frente, de costado, aquí y allá, ojos por doquier, miradas y más miradas que te miran sin ver pero que igualmente te miran y no querés ver; miradas que no se buscan pero inevitablmente se encuentran; te ponen incómodo, no sabes muy bien cómo reaccionar; para donde sea que dirijas la mirada encontrás otra; hacés como que no te importa pero por dentro estás pidiendo a gritos que se termine semejante tortura.
Son momentos en los cuales nadie parece saber muy bien qué actitud tomar. No es de uno solamente el problema. A pesar de esa cercanía casi brutal, salvaje, pornográfica, uno y otros viajan como lo que son: perfectos desconocidos, evitando conocerse en la mirada del otro.
Generalmente, las opciones más populares para huír la mirada en busca del inhumano vacío suelen ser dos: adoptar la mundialmente conocida "mirada perdida", aquella que ve sin ver, o evitar ver lo que está cercano fijando la vista en un punto alejado (siempre que el campo visutal lo permita), simulando la lectura de alguno de los clásicos carteles que vemos en cada viaje: "cuando escuche la señal sonora no suba ni baje del tren"; "no se apoye en las puertas", y tantas más por el estilo; otra de las opciones que más adeptos suma para sobrellevar de la mejor manera este tipo de situaciones suele ser la de entrecerrar o cerrar directamente los ojos y esperar a que el tiempo pase, en ocasiones simulando por qué no una pseudo sonmolencia para hacer más creíble (?) la actuación.
No se cómo actuarán el resto de los mortales en este tipo de situaciones, ni si los ponen incómodos pero a los tímidos como uno, esto es lo que nos sucede y lo que nos pasa.
Saludos.
SirThomas.
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