Continuando con nuestra serie relacionada con los mitos nórdicos (que ya pueden revisar gracias a su etiqueta específica) nos atreveremos hoy a contar una historia de amor: la seducción de Gerda.
(Frey y su jabalí Gullinbursti)
Pueden acompañar la lectura escuchando el audio original que nos motivó la publicación de este relato, perteneciente al programa La Venganza Será Terrible del 31-08-2008.
Toda historia tiene un comienzo y ésta se inicia con Frey, uno de los protagonistas estelares de
este episodio, junto con Gerda pero concentrémonos primero en él. Hijo de Niord, quien era la personificación
del verano, Frey quedó a cargo de la lluvia, el sol naciente y la fertilidad,
en parte cuestiones relacionadas también con el verano. Ambos vivían en el
Asgard, la morada de los dioses.
Cuando a Frey le salió el primer diente, los dioses le
regalaron las tierras de Alfheim o Tierra de las Hadas y de los Elfos. Allí
vivió desde entonces y se hizo obedecer por sus habitantes. Además, recibió de
sus padres una espada maravillosa que era también el símbolo de los rayos de
sol y tenía el poder de vencer en la lucha inexorablemente. El que poseía esa
espada y la utilizada para luchar, siempre salía victorioso. Frey se valía de
ella especialmente contra los gigantes de hielo que eran los peores enemigos
del Asgard.
Los enanos, que en las mitologías nórdicas son sujetos
muy industriosos y hábiles para las tareas manuales, le regalaron a Frey un
jabalí con cerdas de oro que tenía por nombre Gullinbursti.
Según los mitos, Gullinbursti fue quien les enseñó a los hombres el arte del
arado. Vieron cómo el jabalí rasgaba la tierra con su afilado colmillo y así
descubrieron la agricultura. Antes de la gesta de este prodigioso jabalí, los
dioses del Asgard no araban la tierra, y algunos mitógrafos sostienen que luego
tampoco, ya que se dedicaban principalmente a la pesca y al saqueo, disciplinas
al lado de las cuales el arado no parecía muy atractivo.
Frey montaba a Gullinbursti al galope, ya que entre sus
magníficas cualidades figuraba su der ser muy veloz.
Aparte, Frey tenía otras dos propiedades que merecen
destacarse: su caballo Blodughofi, que cabalgaba a través del fuego e incluso a
través del agua, y el barco Skidbladnir,
que siempre tenía viento favorable y era tan elástico que podía asumir
proporciones de distinto tenor a solicitud de su dueño: podía ser tan grande
como para llevar a todos los habitantes de una nación o tan pequeño como para
guardárselo uno en el bolsillo.
Hecha la presentación de Frey y sus pertenencias
maravillosas, vamos al suceso que queremos relatar.
En uno de los cuentos de la Edda,
que vendría a ser el compendio de las historias relacionadas con la mitología
nórdica, se cuenta que Frey se aventuró un día a subirse al trono de Odín,
(llamado Hlidskialf), el príncipe de los dioses. Quien se sentara en aquel
sitio podía contemplarse todo el ancho mundo. Frey miró hacia el norte helado y
sus ojos se toparon con una joven y bella doncella que entraba en la casa del
gigante Gymir.
Más tarde supo que la mujer se llamaba Gerda.
(Frey pispeando desde el trono de Odín)
Frey regresó pensativo a su hogar en la tierra de las
hadas, con el corazón oprimido a causa del deseo de convertir a Gerda en su
esposa. Cuentan que enamorado profundamente, Frey se tornó melancólico y
distraído. Comenzó comportarse tan extrañamente que su papá Niord se preocupó
por su salud y le ordenó a un sirviente, Skirnir que descubriera la causa de aquel estado.
(Skirnir posa para nuestros fotógrafos a poco de iniciar su aventura)
Skirnir empezó a indagar al apesadumbrado muchacho y al
cabo de algunas noches, Frey le contó la historia de Gerda. Skirnir le reprochó
haber observado el mundo desde el lugar de Odín sin permiso. Le dijo que
observarlo todo si uno no era el príncipe de los dioses producía tristeza; y si
uno era el príncipe de los dioses, también. La cuestión es que Frey confesó su
amor y su desesperación. Primero porque Gerda vivía muy lejos y segundo porque
era la hija de un gigante enemigo.
Entonces, Skirnir se ofreció a viajar a la morada de los
gigantes como emisario de Frey a gestionar el casamiento. Para llevar a cabo su
misión, eso sí, le pidió a Frey que le entregara su caballo y solicitó como recompensa
si cumplía con el objetivo, nada menos que la espada encantada que siempre
triunfaba en todas las contiendas. Frey aceptó.
Y Skirnir inició su aventura. Además de haberse armado
pertinentemente, el emisario tuvo una idea llamativa: fue hasta un arroyo en el
cual Frey acostumbraba mirarse. Entonces, tomó un cuerno de agua y guardó allí
la imagen reflejada de Frey para luego tratar de disuadir a Gerda mostrándole
lo bello que era el pretendiente. Sólo debía derramar el agua en el vaso de la
giganta y esperar por su reacción.
Además, Skirnir llevó once manzanas doradas y el famoso
anillo mágico Draupnir, que tenía la virtud
el duplicarse cada noche. Con todos estos artilugios, Skirnir pensó que tendría
asegurado el éxito e inició su misión confiado en sus posibilidades.
En su camino hacia la morada de Gymir, ya en tierras del Jötunheim,
oyó el ruidoso y persistente aullar de sus perros guardianes, que en realidad eran
personificaciones de los vientos glaciares. Un pastor que se encontraba en el
lugar le advirtió que sería imposible que se acercara a la casa de Gymir debido
a una barrera de fuego que la rodeaba. Pero Skirnir, sabiendo que su caballo Blodughofi
atravesaría cualquier fuego, cabalgó sin preocupaciones y llegó ileso hasta la casa
del gigante.
Allí lo recibió la hermosa Gerda. Skirnir se contó la
historia y el propósito de su presencia allí. Para tratar de que ella prestara
oído favorable a la propuesta de su señor, primero le regaló las manzanas
doradas, el anillo mágico y finalmente le mostró el retrato de Frey. Sin
embargo, Gerda no se impresionó alegando que su padre tenía oro de sobra (de su
reacción ante el retrato de Frey no hay información pero suponemos que ello
tampoco logró conmoverla).
(Skirnir le transmite a Gerda su propósito)
Entonces, Skirnir, indignado ante aquella indiferencia, amenazó
con decapitarla con la espada mágica pero tampoco dio resultado. Gerda ni se
inmutó. Testarudo como pocos, Skirnir decidió recurrir a las artes mágicas: le
apuntó con su varita y le advirtió que a menos que cediera, sería víctima de un
hechizo que consistía en el desamor constante y en la virginidad eterna.
(Gerda rechaza a Skirnir y éste la amenaza ferozmente)
Aterrorizada ante aquella amenaza, Gerda finalmente
aceptó. Despidió a Skirnir y le prometió que se reuniría con Frey dentro de
nueve noches en la tierra de Buri, donde ella disiparía su tristeza y le haría
feliz.
Encantado con su éxito, Skirnir regresó velozmente a la
Alfheim y le comunicó la noticia a Frey, quien a pesar de alegrarse por la
buena nueva se entristeció cuando supo que debía seguir esperando.
En la balada de Skirnir, el poeta hace decir a Frey,
mientras esperaba, lo siguiente:
“Ay de estas jornadas, un mes de éxtasis transcurre más
rápidamente que media hora de suspiros esperanzados”.
Como había prometido, pasadas las nueves noches, Gerda
hizo su aparición en la morada de Frey para concretar la unión.
A pesar de su conflictivo inicio, la relación entre ambos
floreció felizmente. Gerda ocupó su lugar al lado de Frey en el trono y
llegaron a tener un hijo, al que bautizaron Fiolnir.
Y vivieron felices.
Link con la historia completa ACÁ.
Saludos.
SirThomas.
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