Friday, May 02, 2014

SirHistorias. La seducción de Gerda.


Continuando con nuestra serie relacionada con los mitos nórdicos (que ya pueden revisar gracias a su etiqueta específica) nos atreveremos hoy a contar una historia de amor: la seducción de Gerda.
 (Frey y su jabalí Gullinbursti)

Pueden acompañar la lectura escuchando el audio original que nos motivó la publicación de este relato, perteneciente al programa La Venganza Será Terrible del 31-08-2008.



Toda historia tiene un comienzo y ésta se inicia con Frey, uno de los protagonistas estelares de este episodio, junto con Gerda pero concentrémonos primero en él. Hijo de Niord, quien era la personificación del verano, Frey quedó a cargo de la lluvia, el sol naciente y la fertilidad, en parte cuestiones relacionadas también con el verano. Ambos vivían en el Asgard, la morada de los dioses.
Cuando a Frey le salió el primer diente, los dioses le regalaron las tierras de Alfheim o Tierra de las Hadas y de los Elfos. Allí vivió desde entonces y se hizo obedecer por sus habitantes. Además, recibió de sus padres una espada maravillosa que era también el símbolo de los rayos de sol y tenía el poder de vencer en la lucha inexorablemente. El que poseía esa espada y la utilizada para luchar, siempre salía victorioso. Frey se valía de ella especialmente contra los gigantes de hielo que eran los peores enemigos del Asgard.
Los enanos, que en las mitologías nórdicas son sujetos muy industriosos y hábiles para las tareas manuales, le regalaron a Frey un jabalí con cerdas de oro que tenía por nombre Gullinbursti. Según los mitos, Gullinbursti fue quien les enseñó a los hombres el arte del arado. Vieron cómo el jabalí rasgaba la tierra con su afilado colmillo y así descubrieron la agricultura. Antes de la gesta de este prodigioso jabalí, los dioses del Asgard no araban la tierra, y algunos mitógrafos sostienen que luego tampoco, ya que se dedicaban principalmente a la pesca y al saqueo, disciplinas al lado de las cuales el arado no parecía muy atractivo.
Frey montaba a Gullinbursti al galope, ya que entre sus magníficas cualidades figuraba su der ser muy veloz.
Aparte, Frey tenía otras dos propiedades que merecen destacarse: su caballo Blodughofi, que cabalgaba a través del fuego e incluso a través del agua, y el barco Skidbladnir, que siempre tenía viento favorable y era tan elástico que podía asumir proporciones de distinto tenor a solicitud de su dueño: podía ser tan grande como para llevar a todos los habitantes de una nación o tan pequeño como para guardárselo uno en el bolsillo.
Hecha la presentación de Frey y sus pertenencias maravillosas, vamos al suceso que queremos relatar.
En uno de los cuentos de la Edda, que vendría a ser el compendio de las historias relacionadas con la mitología nórdica, se cuenta que Frey se aventuró un día a subirse al trono de Odín, (llamado Hlidskialf), el príncipe de los dioses. Quien se sentara en aquel sitio podía contemplarse todo el ancho mundo. Frey miró hacia el norte helado y sus ojos se toparon con una joven y bella doncella que entraba en la casa del gigante Gymir. Más tarde supo que la mujer se llamaba Gerda.
 (Frey pispeando desde el trono de Odín)

Frey regresó pensativo a su hogar en la tierra de las hadas, con el corazón oprimido a causa del deseo de convertir a Gerda en su esposa. Cuentan que enamorado profundamente, Frey se tornó melancólico y distraído. Comenzó comportarse tan extrañamente que su papá Niord se preocupó por su salud y le ordenó a un sirviente, Skirnir que descubriera la causa de aquel estado.
 (Skirnir posa para nuestros fotógrafos a poco de iniciar su aventura)

Skirnir empezó a indagar al apesadumbrado muchacho y al cabo de algunas noches, Frey le contó la historia de Gerda. Skirnir le reprochó haber observado el mundo desde el lugar de Odín sin permiso. Le dijo que observarlo todo si uno no era el príncipe de los dioses producía tristeza; y si uno era el príncipe de los dioses, también. La cuestión es que Frey confesó su amor y su desesperación. Primero porque Gerda vivía muy lejos y segundo porque era la hija de un gigante enemigo.
Entonces, Skirnir se ofreció a viajar a la morada de los gigantes como emisario de Frey a gestionar el casamiento. Para llevar a cabo su misión, eso sí, le pidió a Frey que le entregara su caballo y solicitó como recompensa si cumplía con el objetivo, nada menos que la espada encantada que siempre triunfaba en todas las contiendas. Frey aceptó.
Y Skirnir inició su aventura. Además de haberse armado pertinentemente, el emisario tuvo una idea llamativa: fue hasta un arroyo en el cual Frey acostumbraba mirarse. Entonces, tomó un cuerno de agua y guardó allí la imagen reflejada de Frey para luego tratar de disuadir a Gerda mostrándole lo bello que era el pretendiente. Sólo debía derramar el agua en el vaso de la giganta y esperar por su reacción.
Además, Skirnir llevó once manzanas doradas y el famoso anillo mágico Draupnir, que tenía la virtud el duplicarse cada noche. Con todos estos artilugios, Skirnir pensó que tendría asegurado el éxito e inició su misión confiado en sus posibilidades.
En su camino hacia la morada de Gymir, ya en tierras del Jötunheim, oyó el ruidoso y persistente aullar de sus perros guardianes, que en realidad eran personificaciones de los vientos glaciares. Un pastor que se encontraba en el lugar le advirtió que sería imposible que se acercara a la casa de Gymir debido a una barrera de fuego que la rodeaba. Pero Skirnir, sabiendo que su caballo Blodughofi atravesaría cualquier fuego, cabalgó sin preocupaciones y llegó ileso hasta la casa del gigante.
Allí lo recibió la hermosa Gerda. Skirnir se contó la historia y el propósito de su presencia allí. Para tratar de que ella prestara oído favorable a la propuesta de su señor, primero le regaló las manzanas doradas, el anillo mágico y finalmente le mostró el retrato de Frey. Sin embargo, Gerda no se impresionó alegando que su padre tenía oro de sobra (de su reacción ante el retrato de Frey no hay información pero suponemos que ello tampoco logró conmoverla).
 (Skirnir le transmite a Gerda su propósito)
Entonces, Skirnir, indignado ante aquella indiferencia, amenazó con decapitarla con la espada mágica pero tampoco dio resultado. Gerda ni se inmutó. Testarudo como pocos, Skirnir decidió recurrir a las artes mágicas: le apuntó con su varita y le advirtió que a menos que cediera, sería víctima de un hechizo que consistía en el desamor constante y en la virginidad eterna.
 (Gerda rechaza a Skirnir y éste la amenaza ferozmente)

Aterrorizada ante aquella amenaza, Gerda finalmente aceptó. Despidió a Skirnir y le prometió que se reuniría con Frey dentro de nueve noches en la tierra de Buri, donde ella disiparía su tristeza y le haría feliz.
Encantado con su éxito, Skirnir regresó velozmente a la Alfheim y le comunicó la noticia a Frey, quien a pesar de alegrarse por la buena nueva se entristeció cuando supo que debía seguir esperando.
En la balada de Skirnir, el poeta hace decir a Frey, mientras esperaba, lo siguiente:
“Ay de estas jornadas, un mes de éxtasis transcurre más rápidamente que media hora de suspiros esperanzados”.
Como había prometido, pasadas las nueves noches, Gerda hizo su aparición en la morada de Frey para concretar la unión.
A pesar de su conflictivo inicio, la relación entre ambos floreció felizmente. Gerda ocupó su lugar al lado de Frey en el trono y llegaron a tener un hijo, al que bautizaron Fiolnir. Y vivieron felices.

Link con la historia completa ACÁ.


Saludos.
SirThomas.

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