Wednesday, September 03, 2014

SirEncuestas. Patear como sinónimo de caminar. ¿A favor o en contra?

Como ya se ha hecho costumbre, el redactor en jefe de nuestro blog abrió una nueva compulsa a través de su cuenta personal de la red social f*cebook y los resultados, que aquí compartimos, han sido sorprendentes.

Las opciones:
A) A favor: lo uso, me parece que está bien, etc.
B) En contra: no lo uso pero respeto a quienes sí lo hacen
 (SirThomas cruza caminando la avenida Corrientes. Imagen de archivo)

Decimos que los resultados nos sorprendieron porque a priori la sensación que reinaba entre los integrantes de nuestro staff era que (casi) todo el mundo utilizaba el término "patear". Parece que estábamos equivocados.

Los resultados:
A) 0
B) 7 (Sir, Nati, El Sebas, Telma, Ani, Pat Pat, Rocky)

Abrumadoras estadísticas.

Y ya que hablamos del caminar por qué no compartir con ustedes tres historias de caminantes famosos. Personajes célebres (o no tanto) de la historia que por alguna razó u otra cosecharon fama por sus largas caminantes (al menos para los propósitos de este post, dejando de lado cualesquiera hayan sido sus logros más importantes). Datos e historias que hemos extraído de la charla del 26-06-2013 de La Venganza Será Terrible y que pueden escuchar a través de ESTE video.


Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el (segundo) adelantado.
El primero de los caminantes que reseñaremos es Alvar Núñez Cabeza de Vaca. En sus crónicas, reunidas en su libro Naufragios, Cabeza de Vaca da cuenta de la caminata que emprendió con los tres compañeros que sobrevivieron junto a él de un naufragio (de una misión comandada por Pánfilo de Narváez) que los dejó en la Florida.

Cabeza de Vaca caminó desde La Florida y dejó constancia de sus peripecias de un modo escueto y modesto. La narración comienza diciendo: “Cuento esto así brevemente porque no hay necesidad de contar las miserias y los trabajos en que nos vimos”. A pesar de los cual no se privó de narrar los terribles sucesos que le tocaron en suerte.

Alvar caminó hacia el oeste y llegó hasta el Golfo de California, cruzando los actuales estados de La Florida (de donde partió, claro), Georgia, Alabama, Mississippi, Luisiana, Texas, Nuevo México, Arizona, hasta llegar a California. Un pequeño detalle para quienes quieran emular sus andanzas: iban descalzos y desarmados, con todos los peligros que ello implica. En el camino Cabeza de Vaca se alimentó de arañas, culebras y estiércol de venado.

Llegó finalmente a colonias españolas en 1536 en territorios en donde hoy se erige la ciudad de Los Ángeles. Ocho años tardó en hacer esta caminata.

Años más tarde, en una segunda aventura, viajó a Sudamérica pensando llegar hasta Asunción con tanta mala suerte que se le averió el barco cuando estaba llegando a la isla de Santa Catalina. ¿Qué hizo? Se fue caminando. Cruzó todo el Brasil y llegó finalmente a la meta.

En el trayecto, Cabeza de Vaca y sus hombres tuvieron el privilegio de ser los primeros europeos que vieron los altos (cataratas) del Iguazú, aunque cabe acotar que aquél encuentro fue horroroso para los propósito de la expedición porque tenían que cruzar el río y hacerlo por allí no era tarea para nada sencilla (por no decir imposible); con lo cual tuvo que desandar una buena cantidad de kilómetros para lograr un buen cruce.
A propósito de este “descubrimiento”, el expedicionario describió: “el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más.”, más claro, echale agua


Andrés Docampo. 
Sin embargo, dicen que existió un caminante más osado que Núñez. Se llamaba Andrés Docampo* y no muchos lo recuerdan. Cabeza de Vaca caminó más de diez mil millas (poco más de 16 mil kilómetros). Docampo pasó de las veinte mil (32 mil km). Su andar duró nueve años.

Este segundo caminante comenzó sus aventuras allá por 1540 para huir de los indios que lo mantenían prisionero en Kansas. Pertenecía a un grupo de misioneros cristianos. Su recorrido duró más de la cuenta básicamente porque estaba perdido. Logró escapar y llegó hasta el extremo sur de México, luego de dar mil vueltas (ni una más) por los desiertos hasta que llegó a una colonia en donde lo recibieron como a un resucitado.

Todo este trayecto no le sirvió de mucho a Docampo porque luego de descansar un tiempo en Tampico, a donde había llegado, se largó nuevamente a desandar los caminos pero ya nadie supo más nada sobre él. Posiblemente haya batido todos los récords pero como no se tuvieron más noticias sobre su paradero ni se pudo documentar, pues, quedó en la nada.

Edward Payson Weston, el profesional.

Alvar y Docampo fueron caminantes involuntarios. No tenían más alternativas que caminar para salvar sus vidas. No es el caso de nuestro tercer caminante: Edward Payson Weston, norteamericano de pura cepa.

Se hizo célebre como resultado de una apuesta que había hecho con un amigo sobre la elección presidencial de 1861. Los términos de la apuesta establecían que el perdedor debía caminar desde Boston hasta Washington en diez días consecutivos, para llegar a tiempo para ver la toma de posesión de mando del nuevo presidente. Esta ceremonia debía realizarse el 4 de marzo de 1861. El recorrido total era de 770 kilómetros. El ganador de aquella elección fue Abraham Lincoln. Weston, desde luego, se había inclinado por su rival (o alguno de ellos, ya que eran tres –Douglas, Breckinridge y Bell) por lo que perdió la apuesta.

Hombre de palabra, Weston comenzó su caminata el 22 de febrero. Un cortejo de curiosos lo acompañaba entre gestos de asombro y bitores. Los primeros ocho kilómetros los hizo en 47 minutos y luego redujo la velocidad para promediar cinco kilómetros por hora. Conforme pasaban los días, el curioso evento generaba más expectativas. En cada ciudad a la que arribaba, lo esperaba una multitud. Cuentan que las muchachas, lo abrazaban y besaban cual rock star y le pedían que entregara esos besos al flamante presidente.

Llegó al Capitolio el 4 de marzo a las cinco de la tarde. Lamentablemente no pudo arribar a tiempo para la asunción de Lincoln aunque pudo asistir al baile oficial que se hizo esa misma noche.

Esta, su primera gran caminata, Weston la hizo para cumplir con la apuesta perdida pero a partir de allí lo hizo para ganar dinero. La gente apostaba para verlo cumplir sus recorridos. En distancias de mil millas podía conservar un ritmo en sus pasos tan sostenido que ni los caballos de los jueces podían seguirlo. Era necesario proveer de relevos a los caballos de quienes estaban encargados de controlar los tiempos del caminante.

Cuando realizaba las pruebas, Weston solía vestir pantalones ajustados, zapatos de cuero, un sombrero hongo, guantes de seda, acompañado de un liviano bastón que utilizaba para espantar a los perros que le entorpecían la carrera.

En algunas ocasiones, cuando corría con ventaja sobre los horarios establecidos, Weston se detenía para charlar con los vecinos de los pueblos que atravesaba, visitaba admiradoras y asistía a servicios religiosos.

(Weston en alguna de sus caminatas que lo hicieron célebre)

Weston continuó con sus actividades pedestres hasta los 74 años. Su última prueba fue New York- Minneapolis, que son 2.474 kilómetros y los hizo en 51 días. Al retirarse, había cosechado una pequeña fortuna.
Su final fue un tanto curioso: un día de 1927, mientras caminaba por las calles de Brooklyn, lo pisó un auto. Las heridas del accidente lo dejaron maltrecho y pasó el resto de sus días en silla de ruedas. Falleció dos años después mientras dormía.

*Con este nombre no pudimos encontrar demasiada información aunque sí lo hemos podido localizar en algún que otro libro; quizás se deba a un error de transcripción del audio original, quizás a que es un personaje más entre tantos que anduvieron recorriendo estos lares.


Saludos.
SirThomas.

2 comments:

Zeithgeist said...

Ojo con el vocabulario y sus patinadas, q podes terminar diciendo anduve PETEANDO en vez de PATEANDO y vas a quedar como el ogete. O con el ogete roto. Querete...

SirThomas said...

Correcto, siempre conviene hablar con propiedad, o al menos sin confundir los vocablos.

Saludos.
Sir.