Wednesday, July 13, 2016

SirDivaga feat. Mario Benedetti. Acerca de las expresiones faciales de los músicos y otros.

Cruda, intensa, fuerte, apasionada, así fue la discusión que surgió en el seno de la redacción del blog. Integrantes estables y no tanto de nuestro staff intercambiaron acaloradas opiniones en torno a "las expresiones faciales que músicos y otros" suelen hacer sobre el escenario al momento de tocar este o aquel instrumento, o bien sujetos de traje y corbata (o joggineta y zapatillas) al costado de un campo de juego. En algunos casos, como reflejo de lo que están interpretando, ya sea por el goce o el placer que les provoca; en otros, como reacción de bronca, tristeza o alegria ante un gol anulado, un cabezazo que no entró, o un centro mal tirado que terminó dentro del arco. En ambos casos, sin embargo, ese afán expresionista termina pareciéndose más a una caricatura, a una farsa, y se convierten en auténticos actores o verdaderos vendehumos tribuneros que con sus ademanes se ganan la simpatía o el odio de espectadores, críticos y circundantes.

B.B. King y Pappo, dos grandes hacedores de caras.
(click para agrandar, como de costumbre)

Planteada la discusión central, la redacción se dividió en dos partes desiguales (seguro alguno se comió el amague y pensó que fue 50 y 50 pero no).

Los primeros reivindicaban esos gestos, esas caras que proyectan hacia el afuera el goce interior del guitarrista (se da mucho entre ellos, sobre todo en el rock) o del pianista extravagante y fuera de las normas (si hablamos de músicos más clásicos) y son un vivo reflejo de lo que están sintiendo en ese momento, o de lo que les provoca la música que interpretan, y en último caso, lo que les cuesta tocar lo que están tocando y sus caras se encargan de hacérselo saber al mundo.

Del otro lado de la mesa, se situaron aquellos que insistían en que esos gestos, esas caras, en absoluto eran necesarias para la ejecución de este o aquel instrumento, ni tampoco (en el caso de los entrenadores de fútbol -aunque también se de en otros deportes, desde luego-) esos cabezazos al aire, esas patadas al más allá, sirven para cambiar el curso de un partido.

Argumentaban, además, que "el hecho de que un músico x o un espectador, si querés, refleje de esta o aquella manera en su cara ese tipo de gestos, no significa en absoluto que sea mejor o peor guitarrista, o que esté disfrutando más o menos aquello que está observando". Algo que fue descartado de plano por ambos bandos: cada cual "disfruta" a su manera lo que está haciendo o aquello de lo que está siendo testigo. Incluyeron, además, tics tales como "mover el piecito, agitar extremidades, gritar, patalear, mover la cabeza de un lado a otro, o de arriba hacia abajo".

Si bien los primeros, o sea Los Reivindicadores de las Expresiones Faciales, eran mayoría e iban sumando adeptos del bando contrario a medida que avanzaba la discusión, los segundos, que no se bautizaron de ningún modo, lograron que algunos de los traidores regresaran al grupo original, y además captaron nuevos socios, gracias a que uno de ellos argumentó a favor de la causa citando un cuento. Sí, un cuento de Mario Benedetti, que justamente se titula "La expresión" y que un poco en serio, un poco en broma, toca este delicado tema.

A continuación, los transcribimos para que sepan de qué hablamos (también en imagen*):

"Milton Estomba había sido un niño prodigio. A los siete años ya tocaba la Sonata Nº 3 Op. 5, De Brahms, y a los once, el unánime aplauso de la crítica y del público acompañó su serie de conciertos en las principales capitales de América y Europa.
Sin Embargo, cuando cumplió los veinte años, pudo notarse en el joven pianista una evidente transformación. Había empezado a preocuparse desmesuradamente por el gesto ampuloso, por la afectación del rostro, por el ceño fruncido, por los ojos en éxtasis, y otros tantos efectos afines. Él llamaba a todo ello «su expresión».

Poco a poco, Estomba se fue especializando en «expresiones». Tenía una para tocar la Patética, otra para Niñas en el jardín, otra para la Polonesa. Antes de cada concierto ensayaba frente al espejo, pero el público frenéticamente adicto tomaba esas expresiones por espontáneas y las acogía con ruidosos aplausos, bravos y pataleos.

El primer síntoma inquietante apareció en un recital de sábado. El público advirtió que algo raro pasaba, y en su aplauso llegó a filtrarse un incipiente estupor. La verdad era que Estomba había tocado la Catedral Sumergida con la «expresión» de la Marcha Turca.

Pero la catástrofe sobrevino seis meses más tarde y fue calificada por los médicos de amnesia lagunar. La laguna en cuestión correspondía a las partituras. En un lapso de veinticuatro horas, Milton Estomba se olvidó para siempre de todos los nocturnos, preludios y sonatas que habían figurado en su amplio repertorio.

Lo asombroso, lo realmente asombroso, fue que no olvidara ninguno de los gestos ampulosos y afectados que acompañaban cada una de sus interpretaciones. Nunca más pudo dar un concierto de piano, pero hay algo que le sirve de consuelo. Todavía hoy, en las noches de los sábados, los amigos más fieles concurren a su casa para asistir a un mudo recital de sus «expresiones». Entre ellos es unánime la opinión de que su capolavoro es la Appasionata".

Como dijimos, tras esta notable exposición, varios de los Reivindicadores cruzaron de un lado al otro de la redacción para hacerle frente a sus ex compañeros de bando, al grito de "son todos unos vende-humos".

Los números finales igualmente favorecieron a quienes llevaron la delantera desde el comienzo, pero con un resultado más ajustado que al comienzo:

A) Los Reivindicadores de las Expresiones Faciales: 60 %
B) Grupo sin bautizar: 40 %

¿De qué lado se situó nuestro redactor en jefe? Del grupo sin nombre.


* Y si lo quieren escuchar de la propia voz de su autor, pueden seguir ESTE maravilloso link.

Saludos.
SirThomas.

3 comments:

Frodo said...

Uh qué difícil, pero tengo mi elección.
Yo estoy en el Grupo sin Bautizar (gran nombre).
Pero, me gusta mucho aquellos artistas que saben administrar Las Expresiones Faciales, si, sabemos que son para vender humo, pero son necesarias en algún momento para enfatizar algo, Lennon o el Indio Solari por ejemplo.
Entre los más abusadores pondría a (ojo, son todos artistas que me gustan) Kiss, Charly, Angus Young, Fito... entre los de fútbol, el Mellizo, Bilardo y Caruso Lombardi

Abrazo!!

El Demiurgo de Hurlingham said...

Me anoto en el Grupo sin Bautizar. No me molesta que hagan gestos, puede ser un signo de la intensa emoción de tocar, del público alentando.
Pero suelen ser el recurso de los músicos con talentosos. Incluyo lo de hablar en lugar de cantar, creyendo que eso da enfasis.
¿En que bando estará No lo soporto?

Saludos.

SirThomas said...

Bien, dos opiniones que podríamos ubicar en el mismo grupo en donde se ubicó previamente el redactor del blog, sin que ello haya influenciado en nada a los aquí opinantes.

Frodo.
Correcto! En su justa medida, ok, pero cuando se abusa se puede terminar como el Estomba del cuento de Benedetti.

Saludos.
Sir.

El Demiurgo:
Ahora que releo un tanto confuso su mensaje. No le molesta pero si inscribe en el Grupo Sin Bautizar, con lo cual no sería un Reivindicador!

Lo de hablar en demasía en vez de tocar o cantar lo que fuimos a ver, es tal cual! Por suerte, hace un tiempo Capusotto los parodió en un sketch memorable.

A mí también me molesta los que cada dos por tres hacen "cantar al público".

Saludos.
Sir.