Desde que nace hasta
que muere, el ser humano debe atravesar un sinnúmero de situaciones que en
algunos casos le hará pasar momentos divertidos, sanos, alegres, acercándolo a
lo que algunos llaman felicidad; en otros, sin embargo, deberá atravesar infinidad de
escenarios conflictivos, aburridos, enfermos o tristes, que lo llevaran a
pensar en más de una oportunidad en terminar con sus poco menos que angustiosas
vidas (los más extemistas, tal vez) o en "largar todo y ponerse un bar en la playa" (algunos fantasean con esta estúpida idea), salvo que se apele a la vieja y conocida templanza, aquella que quizás
no nos evite los momentos menos gratos pero que sin dudas nos ayudará a
sobrellevarlos de la mejor manera posible.
En las grandes
ciudades, la interacción constante del hombre con el hombre y sus
circunstancias crea el contexto ideal para que en el diario trajín surjan aquí,
allá y en todas partes situaciones que podríamos denominar como incómodas, para
ser educados, o de mierda, si nos permitimos expresarlo de un modo más brutal.
El transporte
público, sobre todo aquí en la ciudad de Buenos Aires y aledaños, es quizás el
escenario perfecto para que se sucedan día tras día innumerables instantes que
pueden a uno hacerle perder la templanza.
El que estudiaremos y
pondremos a debate el día de hoy se inicia con la siguiente afirmación:
"La insoportable
sensación de soledad que te atrapa cuando tu circunstancial compañero de viaje de
los asientos dobles te abandona raudamente al desocuparse uno de la hilera de
los asientos individuales".
Los protagonistas:
Los protagonistas:
(Me pregunto si alguien querrá compartir el viaje de hoy conmigo, se pregunta el hombre de traje gris)
Si bien la sentencia no responda estrictamente a lo que veníamos desarrollando en los párrafos iniciales de este articulo sí es un claro reflejo de la soledad de las multitudes, algo habitual en las grandes ciudades, en las que la gente huye de la gente.
Al trata de explicar este fenómeno, una corriente sociológica, que agrupa a los profesionales de corte sentimental, afirma que el vacío que nos invade en la situación descripta es similar al (vacío) que sentimos tras un rompimiento amoroso. (bien podríamos decir desde aquí que esta sentencia no explica absolutamente nada sobre el por qué del fenómeno señalado sino más bien las consecuencias no deseadas que sufre el abandonado pero bueno fue lo que lo que estos profesionales nos comentaron).
Al trata de explicar este fenómeno, una corriente sociológica, que agrupa a los profesionales de corte sentimental, afirma que el vacío que nos invade en la situación descripta es similar al (vacío) que sentimos tras un rompimiento amoroso. (bien podríamos decir desde aquí que esta sentencia no explica absolutamente nada sobre el por qué del fenómeno señalado sino más bien las consecuencias no deseadas que sufre el abandonado pero bueno fue lo que lo que estos profesionales nos comentaron).
Los mismos
sociólogos, e incluso aquellos que no forman parte de la corriente aludida,
sostienen que nadie está exento de sufrir o llevar a cabo la cruel acción en
estudio.
Federico F., uno de los
más antiguos miembros de la Federación Argentina de Sociólogos Organizados (vos
mentalmente armá la sigla), nos comenta que según los diversos estudios de
campo que han realizado, llegaron a la conclusión de que “¿Pero que onda, tengo
olor a chivo?" es uno de los pensamientos que más alto rankea entre las
personas que son víctimas de este fatídico momento. "Pero escuchame, si hasta acá vinimos bárbaro por qué ahora te vas?", suele ser otra de las autopreguntas más extendidas.
El mismo estudio señala que las personas "abandonadas" suelen pensar no menos de tres razones que llevaron al circunstancial compañero de ruta a dejarlos sin mayor companía que la de un asiento vacío.
- Leer cómodamente un libro, apunte, etc.
- Aprovechar para dormir o descansar cómodamente, tras una agotadora jornada laboral.
Quizás, sólo quizás, la respuesta esté en el próximo viaje.
Saludos.El mismo estudio señala que las personas "abandonadas" suelen pensar no menos de tres razones que llevaron al circunstancial compañero de ruta a dejarlos sin mayor companía que la de un asiento vacío.
(El 59 "largo" o con "acordeón"; salió algo movida la foto pero igual se publica)
No es menos cierto, agregan los expertos en comportamiento urbano, que en determinadas ocasiones esta acción que a priori vemos como cruel e inhumana suele estar justificada cabalmente por varias razones. Entre las que ellos destacan se encuentran:- Leer cómodamente un libro, apunte, etc.
- Aprovechar para dormir o descansar cómodamente, tras una agotadora jornada laboral.
Quizás, sólo quizás, la respuesta esté en el próximo viaje.
SirThomas.
2 comments:
Te acompaño en el sentimiento, que es algo así como "pero si veníamos bárbaro..."
La violencia del acto viene dada porque, incluso aunque se desocupen otros asientos, lo más cómodo para la otra persona es quedarse donde está. El hecho de que se levante y se vaya es toda una decisión voluntaria y consciente de su parte.
Saludos!
Acertadísima observación Fede!
Saludos.
Sir.
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