Chiste Repetido

Estimado J. P., Jefe de Ventas de la empresa en la cual trabajo, por medio de la presente es mi intención comunicarle lo siguiente:

El chiste “Tomás, Qué Tomás?” que usted me ha hecho el día de hoy, ya por décima vez desde que nos conocemos, ya pasó, ya está, no es necesario que lo repita en cada oportunidad en que nos cruzamos en los pasillos de la empresa. Se que usted lo hace con la mejor onda, que intenta (sin éxito) hacerse el gracioso, pero sepa que es un chiste viejo que ya no causa gracia, o por lo menos a mí ya me ha cansado, como supongo que le pasará a todos los Tomás del país.

La cara de “amargo”, que pongo, según sus palabras, cuando usted concluye con su gag (palabra MVP del post), se corresponde con eso justamente. No se por qué lo sigue repitiendo, usted y muchas otras personas. Se creen muy graciosos al hacerlo, creen ser originales y no se dan cuenta que ese chiste no causa gracia alguna en todos los Tomás mayores de 18 años que lo reciben.

Está bien hacerlo durante los primeros años de infancia, quizás. Porque primero uno lo conoce, se confunde, responde con sinceridad, “Agua, gaseosa”, o con su apellido” y ante la repregunta “No, Qué Tomás” contesta lo contrario sin que ello necesariamente termine con el sketch.

Seguramente a usted, como a tantos otros, sus mayores le habrán inculcado el chiste de chiquitos y lo repiten automáticamente cada vez que en su vida cotidiana se cruza con alguno de nosotros. Creo que llegó la hora de que alguien se lo diga e intente parar con esa costumbre.

Deberá buscarse una nueva rutina, otro nombre sobre el cual hacer el chiste, no lo se, pero ante mi presencia, por favor, evite el “Tomás, qué Tomás”, porque a la próxima ocasión no respondo de mí y deberá atenerse a las consecuencias. Es por su bien. Considérelo.

Con el mayor de los respetos y la mejor de las ondas.

Atentamente.

SirThomas.