Martes 05 de Agosto de 2008.
Suena la alarma. Señal que son las ocho de la mañana. Agudo anuncio de que tengo que levantarme para ir al trabajo. Luego de mucho intentar logro alzar mi cuerpo del colchón, apoyo mi pie derecho en la silla roja que me sirve de escalón previo y piso el frío suelo de madera, aún con restos del maldito fibrofácil, del cuarto. La templanza ya desde temprano me ayuda a iniciar una nueva jornada. Luego de la derrota del día de ayer parecía imposible que me levantara a tiempo pero sin embargo, y gracias a la templanza, logré hacer realidad algo que minutos antes no era más que un sueño. Comienzo los rituales matutinos, que no detallaré, termino de vestirme y me voy a trabajar pensando en el después, pensando en la revancha, pensando en aquellas palabras, aquellos fracasos visuales, aquel “sino lo tengo acá no lo vas a encontrar”.
La jornada laboral transcurre como cualquier otra, sin sobresaltos ni detalles para destacar.
A las 18.05, mis pies pisan el cuadriculado suelo de la vereda de Cerrito y gracias a una acción que incluye una técnica pocas veces antes vista, giro con asombrosa facilidad hacia la izquierda y me dirijo hacia la Avenida Santa Fe. Por esa avenida luego tendría que “subir” hasta Callao, cruzarla (la que le sigue no recuerdo cual es, Rodríguez Peña?) y llegar hasta el Musim*undo. Me habían pasado el dato durante el día que quizás allí lo tendrían. Le comentamos a nuestra fuente “Che, pero mirá que me dijeron que no lo tenían en ningún local, te parece que intente?”. Su respuesta no fue muy convincente, es más, mas bien me tiró abajo “Ah, no, entonces si te dijeron eso es que no lo tienen en ningún otro local”. A pesar de esto, algo dentro me impulsó a no darme por vencido.
Las siete cuadras que me separan del destino final, más las cuatro hasta Santa Fe, se me hacen eternas, a pesar de mi andar ligero. Mil doscientos metros, suponiendo que las cuadras tienen cien y sumando los cruces y algún que otro desvío (¿?), parecen no terminar nunca. Gente que viene y que va, salen del cine, ríen y lloran, se aman, se pelean, se vuelven a amar. Bueno, eso era sobre otra avenida, pero cuadra de todas formas con el contexto. A esa hora, salen más del trabajo que del cine, pero se llena de gente, paran, charlan, hacen gestos, entorpecen el paso, caminan lento, rápido, se enojan, siguen su camino. Y en mi cabeza, seguían retumbando aquellas palabras. Pero buscaba mi revancha y nada podía detenerme ahora (?).
Alrededor de las 18.35 llego al local. Es más grande que los anteriormente visitados. Deben tener más discos acá, pienso, y no me equivoco. Subo hasta el piso superior, difícil sería bajar al piso superior dirá algún lector mientras lee pero no le hago caso y sigo el relato. Allí, divididos por géneros estaban los cds. Centenares de ellos. Esperando a que algún alma caritativa, que aún los valore, opte por llevarlos y hacerlos suyos, dejando de lado las piratas descargas gratuitas por un rato.
Sin pensarlo dos veces, enfilo hacia la góndola de Folklore. Podría preguntar para ahorrarme el disgusto de no verlo por cuarta vez entre el resto de los discos pero una absurda confianza me dice que esta vez sí, que allí estará, que lo podré tomar con mis manos, acariciarlo, mimarlo, darle besos y decirle lo mucho que lo quiero…eh, no bueno, no exageremos tampoco, pero siempre primero prefiero buscar por cuenta propia antes que tener que recurrir a la pregunta.
En fin… comienzo con el rastreo. Voy pasando de izquierda a derecha. Pasan Los Chalchaleros, que no son los Rolling son mucho mejores, el Chango Nieto, veo a Los Nocheros dominando buena parte de una góndola, batea (?) dirá algún purista (?), no le veo mucha diferencia, paso rápidamente la vista, se reconoce más fácilmente a los más artistas más conocidos, claro, por eso lo veo a Abel Pintos también por ahí, a La Sole y su último disco, mucho de Los Manseros Santiagueños, de Los Carabajal, también, y de a poco voy lentificando el ir y venir de mis ojos para concentrarme en la letra O, sí, de Otra vez, y de O., L, la artista que andaba buscando.
Ah, Ah, Ah, momento. No te puedo creer !! Qué es lo que ven mis ojos. Ahí está, es ese !! O., L – La Ch., sí sí, lo encontré. Mirá acá primerito estaba nomás, delante de otro artista que ni me importa quién es. Acá está. Tomen *utos de atención personalizada. Ma qué en ningún otro local lo iba a encontrar. Acá está. Mirá. Sí, sí, es tangible, lo puedo tocar, lo agarro, lo miro por delante, por detrás, acá está el listado de temas, son trece, uno más bello que el otro, lo logré. Sepan que los imposibles no existen. Anímense y sigan luchando hasta alcanzar aquello que desean, no se dejen amedrentar por algún imbécil, que tres no no les impidan continuar con su sueño, denle para adelante.
Llevo el disco hasta el stand de atención personalizada. Por qué? se preguntarán ustedes. Bueno, porque resulta que la cajita en la cual estaba el cd se encontraba rayada en su costado delantero derecho, justo arribita del nombre del título del álbum. No es que eso fuese muy molesto o que la rayadura fuere muy vistosa, pero ya que estaba y que me gastaba mis ahorros en la compra, digo, es válido solicitar otra cajita, sana, para que todo quede perfecto. Le doy la cajita a la señorita “Mirá, ahí tiene una rayadura, me lo podrías cambiar por favor”, “Sí, sí, cómo no, ya te lo cambio”. Se produce el intercambio y raudamente voy hacia las escaleras mecánicas. Esta vez bajo al piso inferior, o planta baja, inferior respecto del superior, se entiende, no rompa. Llego hasta la caja, abono la suma de dinero correspondiente para hacerme del disco, feliz, contento, alegre, y me retiro hacia mi hogar con el dulce sabor de la victoria, con el pechito inflado, cabeza en alto y los hombros a lo cucurucho Silvani (?).
Me fumo un cigarrillo al salir del local para coronar la misión, y regreso a mi hogar contento. Las cuadras parecen haberse achicado, la distancia, menor, la gente celebra por las calles, canta, se abraza, salta de alegría, está feliz.
Abro la puerta de calle, subo por el ascensor hasta el cuarto piso, giro la llave, entro al departamento. Dejo las llaves, la billetera, los cigarrillos, el disco recién comprado, arriba del escritorio, me saco el saco (inserte chiste fácil), la corbata, la camisa, el pantalón, siento frío, prendo la estufa, me pongo la remera de entrecasa, el pantalón de entrecasa, cambio los zapatos por zapatillas y vuelvo hasta el living, donde me espera el cede ansioso por hacerse escuchar. Pero prefiero esperar. Me tiro a descansar. La proeza me ha dejado agotado. Una horita y vuelvo. Una hora para recuperar fuerzas y te pongo. Esperame ahí. No, no, la luz dejala prendida por si llega entra alguien más. Esperame que en una hora vuelvo y te pongo y escucho todo lo que tengas para decirme.
PD: Acá no termina todo. No todo es tan sencillo como parece. Ya lo dijo un poeta uruguyao "la vida es más compleja de lo que parece". Mañana La Tercera y última parte.
Saludos.
SirThomas.
Suena la alarma. Señal que son las ocho de la mañana. Agudo anuncio de que tengo que levantarme para ir al trabajo. Luego de mucho intentar logro alzar mi cuerpo del colchón, apoyo mi pie derecho en la silla roja que me sirve de escalón previo y piso el frío suelo de madera, aún con restos del maldito fibrofácil, del cuarto. La templanza ya desde temprano me ayuda a iniciar una nueva jornada. Luego de la derrota del día de ayer parecía imposible que me levantara a tiempo pero sin embargo, y gracias a la templanza, logré hacer realidad algo que minutos antes no era más que un sueño. Comienzo los rituales matutinos, que no detallaré, termino de vestirme y me voy a trabajar pensando en el después, pensando en la revancha, pensando en aquellas palabras, aquellos fracasos visuales, aquel “sino lo tengo acá no lo vas a encontrar”.
La jornada laboral transcurre como cualquier otra, sin sobresaltos ni detalles para destacar.
A las 18.05, mis pies pisan el cuadriculado suelo de la vereda de Cerrito y gracias a una acción que incluye una técnica pocas veces antes vista, giro con asombrosa facilidad hacia la izquierda y me dirijo hacia la Avenida Santa Fe. Por esa avenida luego tendría que “subir” hasta Callao, cruzarla (la que le sigue no recuerdo cual es, Rodríguez Peña?) y llegar hasta el Musim*undo. Me habían pasado el dato durante el día que quizás allí lo tendrían. Le comentamos a nuestra fuente “Che, pero mirá que me dijeron que no lo tenían en ningún local, te parece que intente?”. Su respuesta no fue muy convincente, es más, mas bien me tiró abajo “Ah, no, entonces si te dijeron eso es que no lo tienen en ningún otro local”. A pesar de esto, algo dentro me impulsó a no darme por vencido.
Las siete cuadras que me separan del destino final, más las cuatro hasta Santa Fe, se me hacen eternas, a pesar de mi andar ligero. Mil doscientos metros, suponiendo que las cuadras tienen cien y sumando los cruces y algún que otro desvío (¿?), parecen no terminar nunca. Gente que viene y que va, salen del cine, ríen y lloran, se aman, se pelean, se vuelven a amar. Bueno, eso era sobre otra avenida, pero cuadra de todas formas con el contexto. A esa hora, salen más del trabajo que del cine, pero se llena de gente, paran, charlan, hacen gestos, entorpecen el paso, caminan lento, rápido, se enojan, siguen su camino. Y en mi cabeza, seguían retumbando aquellas palabras. Pero buscaba mi revancha y nada podía detenerme ahora (?).
Alrededor de las 18.35 llego al local. Es más grande que los anteriormente visitados. Deben tener más discos acá, pienso, y no me equivoco. Subo hasta el piso superior, difícil sería bajar al piso superior dirá algún lector mientras lee pero no le hago caso y sigo el relato. Allí, divididos por géneros estaban los cds. Centenares de ellos. Esperando a que algún alma caritativa, que aún los valore, opte por llevarlos y hacerlos suyos, dejando de lado las piratas descargas gratuitas por un rato.
Sin pensarlo dos veces, enfilo hacia la góndola de Folklore. Podría preguntar para ahorrarme el disgusto de no verlo por cuarta vez entre el resto de los discos pero una absurda confianza me dice que esta vez sí, que allí estará, que lo podré tomar con mis manos, acariciarlo, mimarlo, darle besos y decirle lo mucho que lo quiero…eh, no bueno, no exageremos tampoco, pero siempre primero prefiero buscar por cuenta propia antes que tener que recurrir a la pregunta.
En fin… comienzo con el rastreo. Voy pasando de izquierda a derecha. Pasan Los Chalchaleros, que no son los Rolling son mucho mejores, el Chango Nieto, veo a Los Nocheros dominando buena parte de una góndola, batea (?) dirá algún purista (?), no le veo mucha diferencia, paso rápidamente la vista, se reconoce más fácilmente a los más artistas más conocidos, claro, por eso lo veo a Abel Pintos también por ahí, a La Sole y su último disco, mucho de Los Manseros Santiagueños, de Los Carabajal, también, y de a poco voy lentificando el ir y venir de mis ojos para concentrarme en la letra O, sí, de Otra vez, y de O., L, la artista que andaba buscando.
Ah, Ah, Ah, momento. No te puedo creer !! Qué es lo que ven mis ojos. Ahí está, es ese !! O., L – La Ch., sí sí, lo encontré. Mirá acá primerito estaba nomás, delante de otro artista que ni me importa quién es. Acá está. Tomen *utos de atención personalizada. Ma qué en ningún otro local lo iba a encontrar. Acá está. Mirá. Sí, sí, es tangible, lo puedo tocar, lo agarro, lo miro por delante, por detrás, acá está el listado de temas, son trece, uno más bello que el otro, lo logré. Sepan que los imposibles no existen. Anímense y sigan luchando hasta alcanzar aquello que desean, no se dejen amedrentar por algún imbécil, que tres no no les impidan continuar con su sueño, denle para adelante.
Llevo el disco hasta el stand de atención personalizada. Por qué? se preguntarán ustedes. Bueno, porque resulta que la cajita en la cual estaba el cd se encontraba rayada en su costado delantero derecho, justo arribita del nombre del título del álbum. No es que eso fuese muy molesto o que la rayadura fuere muy vistosa, pero ya que estaba y que me gastaba mis ahorros en la compra, digo, es válido solicitar otra cajita, sana, para que todo quede perfecto. Le doy la cajita a la señorita “Mirá, ahí tiene una rayadura, me lo podrías cambiar por favor”, “Sí, sí, cómo no, ya te lo cambio”. Se produce el intercambio y raudamente voy hacia las escaleras mecánicas. Esta vez bajo al piso inferior, o planta baja, inferior respecto del superior, se entiende, no rompa. Llego hasta la caja, abono la suma de dinero correspondiente para hacerme del disco, feliz, contento, alegre, y me retiro hacia mi hogar con el dulce sabor de la victoria, con el pechito inflado, cabeza en alto y los hombros a lo cucurucho Silvani (?).
Me fumo un cigarrillo al salir del local para coronar la misión, y regreso a mi hogar contento. Las cuadras parecen haberse achicado, la distancia, menor, la gente celebra por las calles, canta, se abraza, salta de alegría, está feliz.
Abro la puerta de calle, subo por el ascensor hasta el cuarto piso, giro la llave, entro al departamento. Dejo las llaves, la billetera, los cigarrillos, el disco recién comprado, arriba del escritorio, me saco el saco (inserte chiste fácil), la corbata, la camisa, el pantalón, siento frío, prendo la estufa, me pongo la remera de entrecasa, el pantalón de entrecasa, cambio los zapatos por zapatillas y vuelvo hasta el living, donde me espera el cede ansioso por hacerse escuchar. Pero prefiero esperar. Me tiro a descansar. La proeza me ha dejado agotado. Una horita y vuelvo. Una hora para recuperar fuerzas y te pongo. Esperame ahí. No, no, la luz dejala prendida por si llega entra alguien más. Esperame que en una hora vuelvo y te pongo y escucho todo lo que tengas para decirme.
PD: Acá no termina todo. No todo es tan sencillo como parece. Ya lo dijo un poeta uruguyao "la vida es más compleja de lo que parece". Mañana La Tercera y última parte.
Saludos.
SirThomas.
6 comments:
Mas que interesante anécdota y mejor contada aún. De todas formas, yo soy partidario de comprar CDs originales siempre que me sea posible, creo que el hecho de tener un disco entre las manos, tiene un encanto muy particular.
Lo único que me sorprendió un poco fue verlo comprar un CD de música folklorica (aunque presumo que puede llegar a ser para realizar un regalo).
Saludos.
Gracias Leo. En el post sobre recitales, conté que fui a ver a Los Chalcha, La Sole, Facundo Saravia, pero es cierto, no da mucho con mi perfil (?), ni con el de UPD. Entre los 16 y los 21, más o menos, fui bastante seguidor del folklore, luego fue decayendo. Siempre con la musica británica y similares como pilar fundamental en mi discoteca.
Ah, y el CD es para mí, un autoregalo.
Saludos Leo.
Al final viejo, te obligan a bajar muscia de internet!
odio a los vendedores de mus*inmundo.
Vio, una cosa de locos.
Saludos.
"...yo soy partidario de comprar CDs originales siempre que me sea posible, creo que el hecho de tener un disco entre las manos, tiene un encanto muy particular."
Eso, aguante Leo
Creo recordar que todos apoyamos eso, salvo el señor Ignacio Portes :P
Saludos.
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