Ocurrió una cálida tarde de 1990, más precisamente el sábado 15 de septiembre. El lugar: el colegio Divina Pastora, ubicado en la calle Belgrano al 200, San Miguel, Provincia de Buenos Aires. El clima: ideal, un precioso cielo vacío de nubes, y una temperatura que rondó los veinte grados.
Como cada año, los diferentes colegios de la zona (Bella Vista, Muñiz, además de San Miguel) daban el presente en “el Divina” para participar del afamado “Torneo Intercolegial de Fútbol”.
Por aquel entonces, nuestro redactor en jefe cursaba el quinto grado en la escuela Ángel D’ Elía, y como representante de esa institución allí estuvo, siendo parte integrante del Equipo “A”, junto a sus compañeros, a quienes por razones de privacidad, mencionaremos únicamente con nombre e inicial de sus apellidos: Javier Z., en el arco, Federico S., en la defensa, compartiendo la zaga central junto a SirThomas, Fernando G., en el mediocampo, para asistir a Diego G. o Martín A., los temibles delanteros del team.
Luego de disputados los encuentros clasificatorios, el equipo de SirThomas y compañía, había logrado lo imposible: ganar cada uno de los partidos e incluso mantener invicta su valla.
“No lo puedo creer, ganamos todo y ni siquiera nos hicieron goles”, le comentó, entre sollozos de alegría, el arquero del equipo a SirThomas, quien no tuvo más opción que abrazarlo para contenerlo, ante la atenta mirada de algunas compañeritas de grado, que atónitas observaban la escena.
Lo cierto es que, como bien decía el arquerito estrella, nunca antes en la historia de estas competiciones, ya tradicionales en la zona, este mismo equipo había logrado obtener tales resultados, quedando, la mayoría de las veces, eliminado en las rondas previas. Usualmente, el colegio anfitrión con sus equipos A y B, eran los ejercían un dominio casi absoluto, clasificándose para las instancias finales de los diferentes campeonatos (el torneo lo disputaban desde tercero a quinto grado, en la especialidad de “5”, mientras que los “grandes” de sexto y séptimo grado, lo hacían en la cancha para siete jugadores).
Otro de los animadores de estas competencias, eran los representantes del colegio Monseñor Terrero, rivales acérrimos del D’ Elía, porque incluso compartían un diseño idéntico de sus “camisetas” (remeras de gimnasia) aunque con diferentes colores, algo que generaba una pica especial entre ambos.
La regla de oro del Torneo de Fútbol, en el que se medían “todos contra todos”, señalaba que para quedar fuera de competencia, cada equipo debía perder dos veces, y los dos colegios que quedaran con vida, se convertirían en los finalistas.
Así es como, el Equipo “A” del quinto grado del Ángel D’ Elía aguardaba tranquilo luego de haber dejado en el camino a sus rivales. Invictos, y sin haber recibido goles en toda la campaña, lo que sobraba era confianza, aunque siempre manteniendo los pies sobre la tierra.
Una vez terminados los cotejos clasificatorios, el rival ya tenía nombre: Divina Pastora “B” accedió a la final, tras haber eliminado a sus compañeros del “A”, en uno de los batacazos de la jornada.
La final.
Divina Pastora “B” llegaba como la otra sorpresa del certamen, tras haber eliminado en las “semis” a la formación “A” de su mismo colegio. En el enfrentamiento entre ambos, los azulgranas del D’ Elía habían vencido por 2 a 0, aunque ejerciendo un dominio mayor al que demostró el marcador final.
En la previa del primer cotejo (recordemos que para quedar fuera de competencia, el equipo comandado por SirThomas debía perder dos partidos, y si hubiere empate, el match se definiría por tiros desde el punto del penal), los integrantes del equipo favorito (a pesar de haber sido la gran sorpresa del campeonato) recibieron indicaciones precisas de parte de su “entrenador”, padre de uno de los delanteros (Diego G.).
El primer partido, dividido en dos tiempos de 20 minutos (en vez de 15’ de los partidos previos, como para darle más entidad a la final, habrán pensado los organizadores) culminó con una victoria ajustada del Divina Pastora “B”.
Quizás los nervios, la presión, los panchos deglutidos durante la espera de la final, o el cansancio tras una extensa jornada, habían hecho mella en el físico de los azulgranas del D’ Elía. En definitiva no jugaron como lo venían haciendo y pagaron caro ese bajón, perdiendo 2-0 el primer “chico”.
La revancha.
Con el ánimo por las nubes, los integrantes de Divina Pastora “B” no daban crédito ante la recuperación asombrosa que evidenció el “A” del Ángel D’ Elía para la revancha de la final.
Recuperando la actitud que habían mostrado en los partidos de clasificación, los azulgranas dominaron de principio a fin la primera etapa del juego, y se fueron al descanso con dos goles de ventaja.
¿El principio del fin?
Durante el entretiempo, breve, de cinco minutos, el padre de Diego G. se acercó para brindarnos ánimo y alguna que otra indicación táctica. Con el diario del lunes en la mano es fácil decirlo, pero claramente no debimos hacerle caso.
“Chicos, tiren el achique”, fueron sus indicaciones. Seguramente al notar la cara de asombro de los integrantes del equipo, debió explicarlo de otra manera (mucha táctica o conceptos de estrategia a los 9-10 años, digamos que no teníamos).
“Párense más adelante en defensa”, dijo, como para que entendamos de mejor manera, y así lo hicimos, a pesar de no estar del todo convencidos. Graso error.
Apenas iniciado el segundo tiempo, el rival se avivó del cambio táctico propuesto, y “jugando a espaldas de los centrales” logró acercarse tanto en el marcador que igualó las acciones en dos goles por lado. Con un par de pelotazos puestos “detrás” de SirThomas y Federico S., los delanteros del Divina “B” se encontraron en sendas ocasiones mano a mano con Javier Z., y no vaya si no perdonaron.
De la alegría y la confianza del primer tiempo a la tristeza y la incertidumbre de la segunda mitad lo separaba una frase: “Chicos, tiren el achique”.
Por suerte, dentro de todo, la sacamos barata, ya que supimos mantener el empate hasta el pitazo final.
El drama de la definición por penales.
Finalizado el partido, y teniendo en cuenta que debía haber un vencedor, ya que así lo establecían las reglas, llegamos a los dramáticos penales.
Como suele ocurrir en este tipo de definiciones, se patearían cinco penales por equipo, y en caso de persistir la igualdad, series de uno hasta que se produzca el desequilibrio.
Sin mediar un orden predeterminado, los jugadores de uno y otro equipo fueron pasando al frente para ejecutar cada uno de los disparos.
Comenzó el Ángel D’ Elía, acertó; turno para el Divina “B”, adentro. Y así se mantuvo hasta llegar al quinto penal.
SirThomas, era el encargado de ejecutar para los azulgranas. Se para frente al balón, con su pie izquierdo “pegado al esférico” y llevando el derecho a la distancia justa para poder darle potencia y precisión al remate, algo a lo que nos tenía acostumbrados ya desde muy temprana edad.
La responsabilidad era grande, mayúscula. En caso de convertir, dejaba a su equipo al borde de la consagración, y al rival, ante el precipicio mismo.
SirThomas meets “Sotana para uno”.
Sí, aquí es cuando el joven SirThomas se encuentra con la frase que da título al presente post.
Nervioso como estaba, ejecuta el penal fuerte pero sin la dirección que deseaba. El disparo le sale recto, derecho, pero para su suerte, el arquero rival no llegó a cerrar las piernas y el balón se le “escurrió” como por un caño/túnel e ingresa al arco.
Los simpatizantes azulgranas entran en éxtasis, varios padres invaden el campo de juego, y uno de ellos, el padre de Diego G, (quién sino) se le acerca al héroe del momento y al oído le dice:
“Sotana para uno, tommy, muy bien”.
¿Celebración, festejo y campeonato para el Equipo “A” del Ángel D’ Elía? Veríamos a SirThomas en la portada de diarios y revistas deportivas, la fama, las mujeres y el dinero llegarían por fin a la vida del irlandés?
No, señores.
Bien podríamos concluir aquí la anécdota, ya que a fin de cuentas, termina con el misterio de cómo SirThomas toma conocimiento de la existencia de esta frase tan popular en el ambiente futbolístico. Pero como la historia no está completa hasta que está completa, continuamos con lo que sucedió luego de tan celebrado penal.
Si vienen siguiendo el relato, se habrán dado cuenta de que aún restaba que el quinto jugador del Divina “B” ejecutara su penal. Llegado el momento, no pudo haber sido mejor la ejecución, por lo que el encuentro seguía igualado. Conforme lo indican las reglas, se seguirían lanzando penales en series de uno hasta quebrar la paridad.
Curiosamente, por alguna razón que no logramos recordar, para la serie de uno y uno, el orden de los ejecutantes se invirtió, con lo cual, los primeros en ejecutar ahora serían los del colegio anfitrión, dejando a los del D’Elía, en segundo término.
Para el trascendental momento, los jugadores azulgranas decidieron unánimemente seleccionar a SirThomas como el primer jugador encargado de disparar los penales.
Luego de algunas discusiones, en torno seguramente al cambio en el orden de pateo, el jugador del Divina “B” ejecutó y convirtió su penal, sin demasiados inconvenientes.
A todo esto, el clima en derredor era el que merecía una final y una definición como la que estábamos viviendo: decenas de padres, compañeros de colegio, rivales circunstanciales, curiosos mirones, observaban bien pegados a los contornos del área penal, las alternativas de tan dramáticos instantes. El ruido de las improvisadas hinchadas era ensordecedor. La presión, paralizante.
En este contexto, nuestro pequeño gran héroe se paró nuevamente sobre el balón, repitió el ritual previo de costumbre, le pegó al esférico y … nuevamente, la dirección no fue la deseada, y a pesar de la violencia con la que viajó la pelota, el arquero rival, aprendiendo de su error, esta vez logró cerrar las piernas a tiempo y contuvo el balón.
SirThomas estalla en llanto, lágrimas caen a mares de sus ojos. Había fallado el penal decisivo. Sus compañeros lo consolaron. De héroe a villano en apenas unos segundos. Del cielo al infierno en un abrir y cerrar de ojos. La vida está llena de cosas que pudieron ser. SirThomas comenzaba a cimentar su templanza.
Saludos.
SirThomas.
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