El día de hoy en SirHistorias conoceremos al Fray Filippo Lippi, reconocido pintor del renacimiento italiano, adentrándonos con mayor detalle en su historia de amor, con fuga incluida, con una joven monja del
convento de Santa Margarita, un hecho que causó revuelo entre la comunidad y
que propició la intervención de la poderosa familia Médici y hasta del Papa Pío
II.
(Autorretrato de Filippo Lippi)
Así nos lo cuenta, Alejandro Dolina en su programa La
Venganza Será Terrible del 20-06-2008, cuyo audio compartimos con ustedes:
“... Filippo Lippi (1406-1469) fue un reconocido pintor
del renacimiento italiano. Por aquel tiempo cada monasterio quería participar
de ese impulso artístico general y acostumbraban a decorar sus instalaciones
con obras de artistas renombrados. La Anunciación,
es decir el momento en el que el arcángel Gabriel advierte a María que va a ser
madre, era uno de los temas más apreciados por los pintores.
Las autoridades del monasterio de Santa Margarita
quisieron embellecer su capilla con un cuadro que decorara el altar mayor y que
representara la Anunciación. Entonces, la Madre Superiora del Santa Margarita
decidió encargar el trabajo al pintor Filippo Lippi.
Cuando niño, Filippo había sido internado por su madre en
el monasterio Santa María del Carmen, en Florencia. Lippi, convenientemente, se
hizo monje y allí se formó como pintor bajo la tutela de Massaccio,
su mentor. El pupilo había conseguido imitar de tal modo a su maestro que
muchos decían sin metaforizar que el espíritu de Massaccio había entrado en el
cuerpo de Lippi, y más fervorosamente se creyó eso cuando comenzó a percibirse
que Massaccio había dejado de pintar bien. Su saber y emoción había sido
devorado por Filippo; e incluso se realizó un exorcismo para ver si Filippo le
devolvía su alma a Massaccio.
A todo esto, Lippi era uno de los protegidos de la
familia Médici, que eran los que
dominaban Florencia y dedicaban parte de su fortuna para apadrinar a diferentes
artistas. La relación entre la familia y el pintor surgió luego de que uno de
los Médici viera un cuadro que Lippi había pintado para el convento de San
Ambrosio, lo que los convenció para contratarlo para decorar uno de los
palacios de la familia.
Otras grandes familias italianas imitaron a los Médici y
a Lippi le llovieron pedidos de todas partes, lo que acrecentó su fama
notablemente. El estilo de Filippo recordaba al gótico, que si bien es un
estilo arquitectónico de todos modos allí estaban (en sus pinturas, claro) por
extensión las ondulaciones plegadas en los vestidos, las figuras delicadas, los
colores brillantes.
Volviendo a Santa Margarita, la Madre Superiora, que
había solicitado los servicios de Lippi comenzó a dudar. No es que dudara de
las aptitudes como pintor de Filippo sino de su conducta y disciplina ya que su
reputación era deplorable. Se lo sabía licencioso, bebedor, mujeriego, y
todavía se recordaba una famosa huida que había protagonizado. Parece ser que
cuando pintaba para los Médici, Cosme lo había encerrado en un palacio a fin de forzarlo a trabajar, puesto que
sumados a sus otros “defectos” Lippi tenía fama de haragán. Sin embargo, el
pintor se escapó del palacio y lo encontraron tres días después con aspecto
andrajoso y borracho en los brazos de unas prostitutas.
Cuenta el famoso biógrafo Giorgio Vasari,
quien escribió la biografía de Miguel Ángel y otros numerosos artistas de la
época, que Lippi se gastaba todo el dinero en prostitutas.
Antes del episodio con los Médici, Filippo había vivido
un momento terrible: a los 17 años había colgado los hábitos y junto con unos
amigos había salido como marino en una expedición por el mediterráneo con tanta
mala suerte que fue apresado por los piratas berberiscos,
quienes lo llevaron a él y a sus compañeros encadenados a Argel.
Las buenas artes de Lippi para la pintura le salvaron la
vida, ya que fue liberado tras haber retratado al carbón a uno de los jefes
berberiscos. El retrato era extraordinario lo que le posibilitó primero
trabajar para otros jefes y luego sí, fue liberado y regresó a Florencia.
Todas estas experiencias pero más que nada su fama de
licencioso era lo que hacía dudar, entonces, a la Madre Superiora. El sólo
hecho de hacer ingresar a Lippi al convento era un peligro. Ella (la madre
superiora) había quedado admirada por el cuadro sobre la natividad que Lippi
había pintado para los Médici, y sobre todo las Anunciaciones que había hecho
para los conventos de San Lorenzo y Santa María Primavera. La Superiora pensó
que para evitar que aquel hombre mancillara las almas de su convento bastaría
con prohibir que las hermanas hablaran con él. Debían ignorarlo por completo.
Bajo estas condiciones, se hizo el ofrecimiento y Lippi lo aceptó con gran
entusiasmo, pero enseguida comenzaron los problemas.
El pintor buscaba un rostro que le sirviera para pintar a
la virgen de la Anunciación pero no lo encontraba. Ninguna de las modelos que
conocía lo convencía. Pasaban las semanas y Filippo se desesperaba. La
Superiora se inquietaba.
Una mañana, mientras que en el despacho de la Superiora
argumentaba que no había encontrado aún la inspiración para su cuadro, hizo su
ingreso una monjita joven. Filippo la vio y quedó fascinado. Se enamoró en ese
mismo instante.
Lippi se dirigió hacia la Superiora y le dijo: es ella.
El pintor comprendió, dadas las circunstancias, que si evidenciaba
su emoción de “hombre” eso le impediría volver a la joven, entonces ocultó esta
exaltación bajo la exaltación confesable del “artista” y le dijo la Madre
Superiora que la chica era justo el modelo que necesitaba para llevar a cabo su
obra. La Superiora no percibió la calidad de la emoción que embargaba a Lippi y
pidió que le diera un tiempo para reflexionar el pedido y se armó el debate.
Por un lado, que una de las hermanas encarnara a una
virgen era un honor, pero por otro lado era un peligro dejarla en manos del
licencioso pintor. Finalmente alguien argumentó que “si el cielo había elegido
a la monjita sabría cómo protegerla”. Esta opinión se impuso.
La muchacha se llamaba Lucrezia, hija de Francesco Buti,
un rico mercader. La madre superiora le expuso el caso a Francesco quien vio
con buenos ojos la proposición porque lo tentó la gloria de ver a su hija
reflejada en un cuadro.
Luego de cumplidos todos estos pasos burocráticos
comenzaron las sesiones. Cuentan que Filippo temblaba cada vez que tomaba los
pinceles sucumbido por la belleza de Lucrezia. Ella, que ignoraba todo acerca
de los hombres, sentía una extraña sensación frente a él.
Parece que Filippo era buenmozo y todos coincidían en
reconocerle un encanto irresistible.
(Virgen con niño y dos ángeles, Lippi 1445)
Pero no se pudo felicitar ni al artista ni a la modelo.
Se habían escapado juntos.
La Madre Superiora se flagelaba reconociendo su culpa. El
abominable Filippo Lippi había raptado a Lucrezia.
El acontecimiento fue conocido por la ciudad de Florencia.
Se clamaba por la excomunión, se evocaban las hogueras. Toda búsqueda fue vana.
Los vecinos de los Buti empezaron a mirar a Francesco de mala manera por haber
“entregado” a su hija, lo que lo provocó su ira.
Los Médici, como habíamos dicho, padrinos del pintor,
estaban indignados aunque esta indignación se debía también a otras razones.
Cuentan que los Médici estaban disgustados porque a fines de congraciarse con
el rey de Nápoles le habían regalado un tríptico pintado por Filippo, que aparecía ahora como un delincuente, y esto los hacía
quedar pésimo ante el Rey.
Además, sabido es que los Médici habían hecho su fortuna
con la banca (al comienzo hacían las transacciones sobre un banco, de ahí el
nombre). Prestaban sumas de dinero con interés a diversos clientes y en
particular a la curia romana. Si el clero indignado culpaba por el rapto a los Médici,
adiós mi banco.
Entonces, Cosme de Médici dedicó parte de su tiempo a
conversar con el Papa Pío II para
darle explicaciones y rogarle que perdonara al pintor. Y el Papa los perdonó,
tanto a Lippi como a la monja.
En Florencia se conoció la noticia. Algarabía general. El
pueblo enternecido por la historia de amor se regocijaba de que todo terminara
bien. Los poseedores de obras de Lippi también respiraron aliviados. El perdón
otorgado por el Papa les permitía exponer nuevamente las pinturas.
Una vez enterados de las buenas nuevas, Filippo y Lucrezia
reaparecieron en la escena pública. Se casaron en San Lorenzo. Lucrezia ya
estaba convenientemente embarazada. El pintor se convirtió en un marido
enamorado. De la unión de la pareja nacieron dos hijos: Filippo (llamado
Filippino para diferenciarlo de
su padre y que también se transformó en un reconocido pintor) y Alessandra, que
no sabemos a qué dedicó su vida.
(Autoretrato de Filippino Lippi)
¿Final Feliz? No tanto.
Cuenta Vasari que el final de Lippi fue trágico. Los
parientes de Lucrezia, que nunca habían aceptado el rapto y el ultraje más allá
de los perdones y el regocijo del pueblo florentino, lo envenenaron, y Filippo
murió a los 57 años. Lo enterraron en Spoleto, en una iglesia que él mismo
había decorado. El rostro de Lucrezia es uno de los más célebres y reconocidos.
Es el de la Virgen con el niño que figura en todos los cuadros de Filippo
posteriores al encuentro.
Algunos años más tarde, Lorenzo de Médici fue a Spoleto para pedir el traslado a Florencia de los restos de Lippi y
enterrarlo en la iglesia Santa María del Fiore. Sin embargo, la comunidad de
Spoleto denegó la solicitud alegando que la ciudad estaba muy escasa de hombres
excelentes, a diferencia de Florencia que alojaba los cuerpos de centenares de
artistas. Lorenzo les dio la razón y dejó a Lippi allí donde estaba.
Así terminó esta bella historia del pintor y la modelo
...”.
Acompaña la charla el tango “Los cosos de al lao”, interpretado por Jorge Vidal.
Otro artículo que toca el tema de la fuga de Filippo y Lucrezia pueden leer siguiendo ESTE link.
Saludos.
SirThomas.
Acompaña la charla el tango “Los cosos de al lao”, interpretado por Jorge Vidal.
Otro artículo que toca el tema de la fuga de Filippo y Lucrezia pueden leer siguiendo ESTE link.
Saludos.
SirThomas.
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