Saturday, June 22, 2013

SirHistorias. Filippo Lippi, pintor del renacimiento italiano.


El día de hoy en SirHistorias conoceremos al Fray Filippo Lippi, reconocido pintor del renacimiento italiano, adentrándonos con mayor detalle en su historia de amor, con fuga incluida, con una joven monja del convento de Santa Margarita, un hecho que causó revuelo entre la comunidad y que propició la intervención de la poderosa familia Médici y hasta del Papa Pío II.

 (Autorretrato de Filippo Lippi)
Así nos lo cuenta, Alejandro Dolina en su programa La Venganza Será Terrible del 20-06-2008, cuyo audio compartimos con ustedes:


“... Filippo Lippi (1406-1469) fue un reconocido pintor del renacimiento italiano. Por aquel tiempo cada monasterio quería participar de ese impulso artístico general y acostumbraban a decorar sus instalaciones con obras de artistas renombrados. La Anunciación, es decir el momento en el que el arcángel Gabriel advierte a María que va a ser madre, era uno de los temas más apreciados por los pintores.
Las autoridades del monasterio de Santa Margarita quisieron embellecer su capilla con un cuadro que decorara el altar mayor y que representara la Anunciación. Entonces, la Madre Superiora del Santa Margarita decidió encargar el trabajo al pintor Filippo Lippi.
Cuando niño, Filippo había sido internado por su madre en el monasterio Santa María del Carmen, en Florencia. Lippi, convenientemente, se hizo monje y allí se formó como pintor bajo la tutela de Massaccio, su mentor. El pupilo había conseguido imitar de tal modo a su maestro que muchos decían sin metaforizar que el espíritu de Massaccio había entrado en el cuerpo de Lippi, y más fervorosamente se creyó eso cuando comenzó a percibirse que Massaccio había dejado de pintar bien. Su saber y emoción había sido devorado por Filippo; e incluso se realizó un exorcismo para ver si Filippo le devolvía su alma a Massaccio.
A todo esto, Lippi era uno de los protegidos de la familia Médici, que eran los que dominaban Florencia y dedicaban parte de su fortuna para apadrinar a diferentes artistas. La relación entre la familia y el pintor surgió luego de que uno de los Médici viera un cuadro que Lippi había pintado para el convento de San Ambrosio, lo que los convenció para contratarlo para decorar uno de los palacios de la familia.
Otras grandes familias italianas imitaron a los Médici y a Lippi le llovieron pedidos de todas partes, lo que acrecentó su fama notablemente. El estilo de Filippo recordaba al gótico, que si bien es un estilo arquitectónico de todos modos allí estaban (en sus pinturas, claro) por extensión las ondulaciones plegadas en los vestidos, las figuras delicadas, los colores brillantes.
Volviendo a Santa Margarita, la Madre Superiora, que había solicitado los servicios de Lippi comenzó a dudar. No es que dudara de las aptitudes como pintor de Filippo sino de su conducta y disciplina ya que su reputación era deplorable. Se lo sabía licencioso, bebedor, mujeriego, y todavía se recordaba una famosa huida que había protagonizado. Parece ser que cuando pintaba para los Médici, Cosme lo había encerrado en un palacio a fin de forzarlo a trabajar, puesto que sumados a sus otros “defectos” Lippi tenía fama de haragán. Sin embargo, el pintor se escapó del palacio y lo encontraron tres días después con aspecto andrajoso y borracho en los brazos de unas prostitutas.
Cuenta el famoso biógrafo Giorgio Vasari, quien escribió la biografía de Miguel Ángel y otros numerosos artistas de la época, que Lippi se gastaba todo el dinero en prostitutas.
Antes del episodio con los Médici, Filippo había vivido un momento terrible: a los 17 años había colgado los hábitos y junto con unos amigos había salido como marino en una expedición por el mediterráneo con tanta mala suerte que fue apresado por los piratas berberiscos, quienes lo llevaron a él y a sus compañeros encadenados a Argel.

Las buenas artes de Lippi para la pintura le salvaron la vida, ya que fue liberado tras haber retratado al carbón a uno de los jefes berberiscos. El retrato era extraordinario lo que le posibilitó primero trabajar para otros jefes y luego sí, fue liberado y regresó a Florencia.
Todas estas experiencias pero más que nada su fama de licencioso era lo que hacía dudar, entonces, a la Madre Superiora. El sólo hecho de hacer ingresar a Lippi al convento era un peligro. Ella (la madre superiora) había quedado admirada por el cuadro sobre la natividad que Lippi había pintado para los Médici, y sobre todo las Anunciaciones que había hecho para los conventos de San Lorenzo y Santa María Primavera. La Superiora pensó que para evitar que aquel hombre mancillara las almas de su convento bastaría con prohibir que las hermanas hablaran con él. Debían ignorarlo por completo. Bajo estas condiciones, se hizo el ofrecimiento y Lippi lo aceptó con gran entusiasmo, pero enseguida comenzaron los problemas.
El pintor buscaba un rostro que le sirviera para pintar a la virgen de la Anunciación pero no lo encontraba. Ninguna de las modelos que conocía lo convencía. Pasaban las semanas y Filippo se desesperaba. La Superiora se inquietaba.
Una mañana, mientras que en el despacho de la Superiora argumentaba que no había encontrado aún la inspiración para su cuadro, hizo su ingreso una monjita joven. Filippo la vio y quedó fascinado. Se enamoró en ese mismo instante.
Lippi se dirigió hacia la Superiora y le dijo: es ella.
El pintor comprendió, dadas las circunstancias, que si evidenciaba su emoción de “hombre” eso le impediría volver a la joven, entonces ocultó esta exaltación bajo la exaltación confesable del “artista” y le dijo la Madre Superiora que la chica era justo el modelo que necesitaba para llevar a cabo su obra. La Superiora no percibió la calidad de la emoción que embargaba a Lippi y pidió que le diera un tiempo para reflexionar el pedido y se armó el debate.
Por un lado, que una de las hermanas encarnara a una virgen era un honor, pero por otro lado era un peligro dejarla en manos del licencioso pintor. Finalmente alguien argumentó que “si el cielo había elegido a la monjita sabría cómo protegerla”. Esta opinión se impuso.
La muchacha se llamaba Lucrezia, hija de Francesco Buti, un rico mercader. La madre superiora le expuso el caso a Francesco quien vio con buenos ojos la proposición porque lo tentó la gloria de ver a su hija reflejada en un cuadro.
Luego de cumplidos todos estos pasos burocráticos comenzaron las sesiones. Cuentan que Filippo temblaba cada vez que tomaba los pinceles sucumbido por la belleza de Lucrezia. Ella, que ignoraba todo acerca de los hombres, sentía una extraña sensación frente a él.
Parece que Filippo era buenmozo y todos coincidían en reconocerle un encanto irresistible.
El cuadro fue una obra estupenda.
 (Virgen con niño y dos ángeles, Lippi 1445)

Pero no se pudo felicitar ni al artista ni a la modelo. Se habían escapado juntos.
La Madre Superiora se flagelaba reconociendo su culpa. El abominable Filippo Lippi había raptado a Lucrezia.
El acontecimiento fue conocido por la ciudad de Florencia. Se clamaba por la excomunión, se evocaban las hogueras. Toda búsqueda fue vana. Los vecinos de los Buti empezaron a mirar a Francesco de mala manera por haber “entregado” a su hija, lo que lo provocó su ira.
Los Médici, como habíamos dicho, padrinos del pintor, estaban indignados aunque esta indignación se debía también a otras razones. Cuentan que los Médici estaban disgustados porque a fines de congraciarse con el rey de Nápoles le habían regalado un tríptico pintado por Filippo, que aparecía ahora como un delincuente, y esto los hacía quedar pésimo ante el Rey.
Además, sabido es que los Médici habían hecho su fortuna con la banca (al comienzo hacían las transacciones sobre un banco, de ahí el nombre). Prestaban sumas de dinero con interés a diversos clientes y en particular a la curia romana. Si el clero indignado culpaba por el rapto a los Médici, adiós mi banco.
Entonces, Cosme de Médici dedicó parte de su tiempo a conversar con el Papa Pío II para darle explicaciones y rogarle que perdonara al pintor. Y el Papa los perdonó, tanto a Lippi como a la monja.

En Florencia se conoció la noticia. Algarabía general. El pueblo enternecido por la historia de amor se regocijaba de que todo terminara bien. Los poseedores de obras de Lippi también respiraron aliviados. El perdón otorgado por el Papa les permitía exponer nuevamente las pinturas.
Una vez enterados de las buenas nuevas, Filippo y Lucrezia reaparecieron en la escena pública. Se casaron en San Lorenzo. Lucrezia ya estaba convenientemente embarazada. El pintor se convirtió en un marido enamorado. De la unión de la pareja nacieron dos hijos: Filippo (llamado Filippino para diferenciarlo de su padre y que también se transformó en un reconocido pintor) y Alessandra, que no sabemos a qué dedicó su vida.
 
 (Autoretrato de Filippino Lippi)

¿Final Feliz? No tanto.
Cuenta Vasari que el final de Lippi fue trágico. Los parientes de Lucrezia, que nunca habían aceptado el rapto y el ultraje más allá de los perdones y el regocijo del pueblo florentino, lo envenenaron, y Filippo murió a los 57 años. Lo enterraron en Spoleto, en una iglesia que él mismo había decorado. El rostro de Lucrezia es uno de los más célebres y reconocidos. Es el de la Virgen con el niño que figura en todos los cuadros de Filippo posteriores al encuentro.
Algunos años más tarde, Lorenzo de Médici fue a Spoleto para pedir el traslado a Florencia de los restos de Lippi y enterrarlo en la iglesia Santa María del Fiore. Sin embargo, la comunidad de Spoleto denegó la solicitud alegando que la ciudad estaba muy escasa de hombres excelentes, a diferencia de Florencia que alojaba los cuerpos de centenares de artistas. Lorenzo les dio la razón y dejó a Lippi allí donde estaba.
Así terminó esta bella historia del pintor y la modelo ...”.

Acompaña la charla el tango “Los cosos de al lao”, interpretado por Jorge Vidal.

Otro artículo que toca el tema de la fuga de Filippo y Lucrezia pueden leer siguiendo ESTE link.

Saludos.
SirThomas.

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