Compartimos una singular historia sobre el otrora poderosísimo Imperio Romano: su venta. Bueno, en realidad lo que se puso a subasta fue el cargo de emperador, pero no tiene tanto impacto como el título del post.
Convocamos, entonces, al señor Alejandro Dolina y la troupe de La Venganza Será Terrible para que nos cuenten esta curiosa historia del imperio romano.
"... En 28 de marzo del 193 D.C., 300 miembros de la GuardiaPretoriana, que era la
encargada de la seguridad del emperador, tomaron el palacio del emperador y
mataron a Pertinax, el emperador en ejercicio. Pertinax era un hombre muy querido por su pueblo pero había dispuesto ciertas medidas
polémicas.
(El bueno de Pertinax)
Pertinax era el sucesor de Cómodo,
y nieto de Marco Aurelio, aquel
emperador que fue filósofo, que era estoico y que desdeñaba el lujo y castigaba
su cuerpo para retempla el espíritu, tuvo un hijo que se llamó Cómodo, que hacía
honor a su nombre, se le fruncía la esquena si tenía que
levantarse de la silla. Además, Cómodo había dejado las arcas del imperio
vacías, todo lo había gastado en fiestas, telas lujosas, fieras exóticas que
hacía desfilar para su halago.
Cuando asumió, Pertinax quiso poner orden en Roma y para
ello debió despedir a muchos pretorianos (ajuste que le dicen) y esto
obviamente le costó la vida.
Matar al emperador Pertinax fue bastante sencillo: la
guardia se presentó ante él y lo mató sin mayores miramientos. Pertinax se
enfrentó con la guardia y les reprochó su muerte por adelantado (que es la
única posibilidad).
Por un momento los guardias se avergonzaron pero uno se
separó del resto y le ensartó su espada al bueno de Pertinax por la espalda y
luego otro lo decapitó.
Muerto el emperador no sabían a quién poner al mando.
El
trono de Roma fue ofrecido entonces a varios senadores pero todos los
rechazaban porque nadie quería correr la misma suerte que los últimos dos
emperadores.
Un soldado desconocido sugirió que la guardia diera el
cargo al ciudadano que más pagara por él. Enseguida se propuso una subasta
pública para el cargo de emperador.
Un historiador del siglo III cuenta que un soldado subió
a la muralla que rodeaba el foro en aquel entonces y gritó a los cuatro
vientos: “El imperio se subasta”.
Esta noticia llegó a muchos oídos, entre ellos al de un
señor llamado Didio Juliano, un
hombre de 62 años que vivía con su mujer y su hija, y por aquel entonces era
considerado el ciudadano más rico de Roma. Era milanés de nacimiento y había
hecho fortuna en la marina mercante, era también un poco vanidoso. Su mujer y
su hija se llamaban Manlia y Didia, y al escuchar que se remataba el “imperio”
se mostraron fascinadas ante la idea de convertirse en Emperatriz y Princesa,
respectivamente. Y convencieron al pobre Didio que se comprara el cargo de
Emperador.
(Didio Juliano)
Además de la insistencia de su hija y su madre, las
crónicas cuentan que la mujer, Manlia decidió recurrir a sus encantos para
acabar con las dudas que rondaban la cabeza de su esposo; dicen que había
pasado mucho tiempo desde la última vez que habían tenido un encuentro amoroso
con su marido y entonces ese día apareció ella con sus mejores pilchas y después
de una noche voluptuosa, Didio Juliano, quien antes dudaba seriamente,
finalmente fue al remate y ofertó por el cargo.
Había varios postores, entre ellos una del suegro del
asesinado Pertinax. La oferta ganadora fue la de Didio Juliano, que ofreció milsestercios para cada hombre de la
guarida, que eran en total doce mil, que era mucho dinero.
Un primer acto de gobierno fue reunirse con el Senado
para confirmar la elección. El Senado, lleno de amargura e intimidado por la
presencia de la Guardia Pretoriana, que es la que había agarrado la guita,
confirmó a Juliano como Emperador.
En el camino de retorno a su casa, Juliano fue “recibido”
por el pueblo romano que amaba a Pertinax, con una lluvia de piedras.
Ya en su casa, ordenó que se preparara una magnífica
fiesta y allí se divirtió mucho jugando a los dados, y también con la
presentación de la hermosa Pilades, que era una célebre bailarina de la época.
Escribe el historiador inglés Edward Gibbon
en su obra Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano:
“Luego de la fiesta, una vez en soledad, Juliano pasó toda la noche desvelado pensando
en la locura que había cometido, en el destino de su virtuoso predecesor, y en
lo peligroso que resultaba poseer un imperio comprado, sin embargo su destino
ya había sido decidido”.
(El historiador Edward E. Gibbon)
Un grupo de rebeldes romanos había despachado mensajes a
las unidades de combate que estaban en los rincones más lejanos del imperio y
los poderosos generales recibieron la noticia del remate. La mayoría se quedó
sin hacer nada pero hubo uno que sí: Septimio Severo,
en su campamento en Palonia, ordenó a los soldados abandonar sus puestos allá
en el Danubio y marcharan a Roma.
Didio se enteró por los mensajeros que la tropa furiosa
venía en su búsqueda. Los asuntos locales dejaron entonces de interesarle,
esperaba que otras ciudades resistieran el avance pero no lo hicieron. Gastó
más plata Juliano en nuevas fortificaciones, preparó a su guarida, intentó
adiestrar elefantes para defenderse, pero no lograron encontrar a alguien que
los pudiera manejar.
Desesperado mandó secretamente unos asesinos para que
detuvieran a Severo, pero este fue defendido por su guardia personal de
seiscientos hombres. Más desesperado aún, Juliano le mandó a Severo un
mensajero para ofrecerle la mitad del imperio: Severo respondió matando al
mensajero.
Sin saber qué hacer, Didio le mandó un grupo de hermosas
muchachas para tratar de convencerlo y detener su marcha pero Severo las
rechazó a todas.
El fracaso de este último intento sumergió a Juliano en
sacrificios y ritos mágicos para ver si así podía detenerlo a Severo.
Pero nada detuvo a Septimio Severo. La marcha de 1200
kilómetros realizada por este general provocaba admiración y la gente se le
unía al paso. Iba él montado a la cabeza de sus hombres, en muy raras ocasiones
hacía pausas para comer o descansar y llegaron a Roma después de cuarenta días
de viaje. El 13 de julio del 193.
Didio estaba temblando en su palacio, y los Pretorianos,
aquellos que habían recibido mil sestercios por cabeza, no lo defendieron. Una
docena de soldados de Severo lo encontró en un baño gritando: “Qué daño he
hecho”, y ahí mismo lo decapitaron. La hija y la mujer fueron encarceladas pero
las crónicas no nos dicen qué sucedió con ellas.
Esta es la historia de la venta del Imperio Romano ...".
Cabe agregar, aunque muchos seguramente ya lo sospecharon, que muerto Juliano, Septimio Severo fue consagrado emperador por el Senado el 1º de junio del 193 y allí se mantuvo hasta el año 211. Didio Juliano pudo disfrutar de su cargo desde el mismo 28 de marzo hasta el fatífico 1º de junio. (Si Severo llegó con su ejército a Roma el 13 de julio complicado que haya sido coronado un mes antes, pero se ve que no hubo interinato y además las fechas no coinciden en algunas fuentes que hemos consultado, con lo cual tomaremos estas como ciertas).
Cabe agregar, aunque muchos seguramente ya lo sospecharon, que muerto Juliano, Septimio Severo fue consagrado emperador por el Senado el 1º de junio del 193 y allí se mantuvo hasta el año 211. Didio Juliano pudo disfrutar de su cargo desde el mismo 28 de marzo hasta el fatífico 1º de junio. (Si Severo llegó con su ejército a Roma el 13 de julio complicado que haya sido coronado un mes antes, pero se ve que no hubo interinato y además las fechas no coinciden en algunas fuentes que hemos consultado, con lo cual tomaremos estas como ciertas).
Acompaña la charla la canción “Una moneda”, interpretado
por el grupo vocal Cabernet.
Para escuchar online aquí mismo:
Si quieren descargarse el audio completo de la charla, no tienen más que seguir ESTE link. También pueden "verlo" en yout*be si les resulta más cómodo.
El programa de La Venganza que citamos aquí salió al aire el 26-03-2009.Saludos.
SirThomas.
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