Tuesday, July 17, 2012

SirHistorias. La venta del Imperio Romano.

Compartimos una singular historia sobre el otrora poderosísimo Imperio Romano: su venta. Bueno, en realidad lo que se puso a subasta fue el cargo de emperador, pero no tiene tanto impacto como el título del post.

Convocamos, entonces, al señor Alejandro Dolina y la troupe de La Venganza Será Terrible para que nos cuenten esta curiosa historia del imperio romano.
"... En 28 de marzo del 193 D.C., 300 miembros de la GuardiaPretoriana, que era la encargada de la seguridad del emperador, tomaron el palacio del emperador y mataron a Pertinax, el emperador en ejercicio. Pertinax era un hombre muy querido por su pueblo pero había dispuesto ciertas medidas polémicas.
 (El bueno de Pertinax)
Pertinax era el sucesor de Cómodo, y nieto de Marco Aurelio, aquel emperador que fue filósofo, que era estoico y que desdeñaba el lujo y castigaba su cuerpo para retempla el espíritu, tuvo un hijo que se llamó Cómodo, que hacía honor a su nombre, se le fruncía la esquena si tenía que levantarse de la silla. Además, Cómodo había dejado las arcas del imperio vacías, todo lo había gastado en fiestas, telas lujosas, fieras exóticas que hacía desfilar para su halago.
Cuando asumió, Pertinax quiso poner orden en Roma y para ello debió despedir a muchos pretorianos (ajuste que le dicen) y esto obviamente le costó la vida.
Matar al emperador Pertinax fue bastante sencillo: la guardia se presentó ante él y lo mató sin mayores miramientos. Pertinax se enfrentó con la guardia y les reprochó su muerte por adelantado (que es la única posibilidad).
Por un momento los guardias se avergonzaron pero uno se separó del resto y le ensartó su espada al bueno de Pertinax por la espalda y luego otro lo decapitó.
Muerto el emperador no sabían a quién poner al mando. 
El trono de Roma fue ofrecido entonces a varios senadores pero todos los rechazaban porque nadie quería correr la misma suerte que los últimos dos emperadores.
Un soldado desconocido sugirió que la guardia diera el cargo al ciudadano que más pagara por él. Enseguida se propuso una subasta pública para el cargo de emperador.
Un historiador del siglo III cuenta que un soldado subió a la muralla que rodeaba el foro en aquel entonces y gritó a los cuatro vientos: “El imperio se subasta”.
Esta noticia llegó a muchos oídos, entre ellos al de un señor llamado Didio Juliano, un hombre de 62 años que vivía con su mujer y su hija, y por aquel entonces era considerado el ciudadano más rico de Roma. Era milanés de nacimiento y había hecho fortuna en la marina mercante, era también un poco vanidoso. Su mujer y su hija se llamaban Manlia y Didia, y al escuchar que se remataba el “imperio” se mostraron fascinadas ante la idea de convertirse en Emperatriz y Princesa, respectivamente. Y convencieron al pobre Didio que se comprara el cargo de Emperador.
 (Didio Juliano)
Además de la insistencia de su hija y su madre, las crónicas cuentan que la mujer, Manlia decidió recurrir a sus encantos para acabar con las dudas que rondaban la cabeza de su esposo; dicen que había pasado mucho tiempo desde la última vez que habían tenido un encuentro amoroso con su marido y entonces ese día apareció ella con sus mejores pilchas y después de una noche voluptuosa, Didio Juliano, quien antes dudaba seriamente, finalmente fue al remate y ofertó por el cargo.
Había varios postores, entre ellos una del suegro del asesinado Pertinax. La oferta ganadora fue la de Didio Juliano, que ofreció milsestercios para cada hombre de la guarida, que eran en total doce mil, que era mucho dinero.
Un primer acto de gobierno fue reunirse con el Senado para confirmar la elección. El Senado, lleno de amargura e intimidado por la presencia de la Guardia Pretoriana, que es la que había agarrado la guita, confirmó a Juliano como Emperador.
En el camino de retorno a su casa, Juliano fue “recibido” por el pueblo romano que amaba a Pertinax, con una lluvia de piedras.
Ya en su casa, ordenó que se preparara una magnífica fiesta y allí se divirtió mucho jugando a los dados, y también con la presentación de la hermosa Pilades, que era una célebre bailarina de la época.
Escribe el historiador inglés Edward Gibbon en su obra Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano: “Luego de la fiesta, una vez en soledad, Juliano pasó toda la noche desvelado pensando en la locura que había cometido, en el destino de su virtuoso predecesor, y en lo peligroso que resultaba poseer un imperio comprado, sin embargo su destino ya había sido decidido”.
 (El historiador Edward E. Gibbon)
Un grupo de rebeldes romanos había despachado mensajes a las unidades de combate que estaban en los rincones más lejanos del imperio y los poderosos generales recibieron la noticia del remate. La mayoría se quedó sin hacer nada pero hubo uno que sí: Septimio Severo, en su campamento en Palonia, ordenó a los soldados abandonar sus puestos allá en el Danubio y marcharan a Roma.
Didio se enteró por los mensajeros que la tropa furiosa venía en su búsqueda. Los asuntos locales dejaron entonces de interesarle, esperaba que otras ciudades resistieran el avance pero no lo hicieron. Gastó más plata Juliano en nuevas fortificaciones, preparó a su guarida, intentó adiestrar elefantes para defenderse, pero no lograron encontrar a alguien que los pudiera manejar.
Desesperado mandó secretamente unos asesinos para que detuvieran a Severo, pero este fue defendido por su guardia personal de seiscientos hombres. Más desesperado aún, Juliano le mandó a Severo un mensajero para ofrecerle la mitad del imperio: Severo respondió matando al mensajero.
Sin saber qué hacer, Didio le mandó un grupo de hermosas muchachas para tratar de convencerlo y detener su marcha pero Severo las rechazó a todas.
El fracaso de este último intento sumergió a Juliano en sacrificios y ritos mágicos para ver si así podía detenerlo a Severo.
Pero nada detuvo a Septimio Severo. La marcha de 1200 kilómetros realizada por este general provocaba admiración y la gente se le unía al paso. Iba él montado a la cabeza de sus hombres, en muy raras ocasiones hacía pausas para comer o descansar y llegaron a Roma después de cuarenta días de viaje. El 13 de julio del 193.
Didio estaba temblando en su palacio, y los Pretorianos, aquellos que habían recibido mil sestercios por cabeza, no lo defendieron. Una docena de soldados de Severo lo encontró en un baño gritando: “Qué daño he hecho”, y ahí mismo lo decapitaron. La hija y la mujer fueron encarceladas pero las crónicas no nos dicen qué sucedió con ellas.
Esta es la historia de la venta del Imperio Romano ...".

Cabe agregar, aunque muchos seguramente ya lo sospecharon, que muerto Juliano, Septimio Severo fue consagrado emperador por el Senado el 1º de junio del 193 y allí se mantuvo hasta el año 211. Didio Juliano pudo disfrutar de su cargo desde el mismo 28 de marzo hasta el fatífico 1º de junio. (Si Severo llegó con su ejército a Roma el 13 de julio complicado que haya sido coronado un mes antes, pero se ve que no hubo interinato y además las fechas no coinciden en algunas fuentes que hemos consultado, con lo cual tomaremos estas como ciertas).
Acompaña la charla la canción “Una moneda”, interpretado por el grupo vocal Cabernet.
Para escuchar online aquí mismo:
Si quieren descargarse el audio completo de la charla, no tienen más que seguir ESTE link. También pueden "verlo" en yout*be si les resulta más cómodo.
El programa de La Venganza que citamos aquí salió al aire el 26-03-2009.


Saludos.
SirThomas.

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