Con la que publicamos a continuación iniciamos el día de hoy una
serie de al menos dos (2) SirHistorias sobre bandoleros españoles. La primera
de ellas tendrá que ver con el sujeto que ilustra el presente post: El curro Jiménez, tal y como se lo
conocía también (entre otros tantos alias) a Francisco Jiménez Ledesma. La
segunda de las historias, a publicarse próximamente, girará en torno a
la figura de José María Hinojosa Cobacho, conocido como El Tempranillo.
Decíamos que a don Curro Jiménez se lo
conocía con varios alias y no sólo eso sino que su nombre real no era Francisco
Jiménez Ledesma sino Andrés López Muñoz, aunque en realidad esto depende de
quién cuente la historia, ya que según el autor o la referencia que se cite se
lo conoce con uno u otro nombre indiferentemente y con otros tantos
sobrenombres, ya que se trata, según nos comentaron los refutadores de
leyendas, de un personaje mitad real, mitad leyenda.
Sin mayores preámbulos y habiendo hecho las
aclaraciones pertinentes, los dejamos con esta atractiva historia que también
pueden escuchar en el audio que compartimos aquí debajo del programa La Venganza
Será Terrible del día 23-09-2004, cuya transcripción (con leves modificaciones)
forma parte del presente post.
La Venganza Será Terrible 23-09-2004. Franciso Jiménez Ledesma, el barquero de Cantillana.
“... Vamos hablar hoy de Francisco Jiménez Ledesma, el Barquero de Cantillana, para lo cual nos ubicamos en España, más precisamente en Cantillana, un pueblo que está localizado a unos treinta kilómetros de Sevilla. Allí, en 1819/1820 (dependiendo de la fuente) nació el protagonista de hoy de SirHistorias.
Saben ustedes que por Cantillana pasa el río
Guadalquivir, algo clave en esta
historia ya que el padre de Francisco era barquero. Se ganaba la vida
transportando personas, animales o enseres en una barca que en realidad
arrendaba y que era propiedad del ayuntamiento del pueblo. Debido al débil
estado de salud de su padre, Francisco solía ayudarlo constantemente en su
tarea y cuando no estaba disponible lo reemplazaba mientras su padre se reponía
en su hogar.
La gente aceptaba la presencia y la actividad
de Francisco como barquero y sucesor natural de su padre pero el que no lo
hacía era el alcalde de Cantillana que no tenía ninguna simpatía por la familia
Jiménez Ledesma, y tenía al barquero entre ojo y ojo. Un buen día, tras la
muerte de Jiménez padre, el alcalde decidió nombrar un sustituto del barquero,
por lo que el Curro se quedó sin padre y sin el trabajo que por herencia le
pertenecía. Lo que se decidió fue poner a subasta la explotación del servicio
que, como dijimos, pertenecía al ayuntamiento. El precio que se fijó fue tan
alto que el pobre de Francisco no llegó a reunir el dinero suficiente y todo
quedó en manos del propio hijo del alcalde quien actuó como testaferro de una
tal Mochuelo.
A pesar de no tener nada que ver ya con la
barca, a Francisco Jiménez Ledesma los lugareños lo siguieron llamando “El
Barquero” (de Cantillana) y así también lo conoció la historia (algo que suele
suceder en diferentes ámbitos; cuando te cuelgan el cartel de “simulador”, por
ejemplo, en el fútbol, los árbitros tienden a no cobrarte las infracciones que
sufrís; o bien aquel que fue el canillita de “toda la vida” de tu barrio lo
seguirá siendo por más que haya dejado la actividad hace ya veinte años).
Así como estaban las cosas, Francisco tuvo
que salir a buscarse un nuevo sustento para él y su señora madre.
No le resultó nada sencillo a Francisco la
búsqueda ya que en el pueblo nadie se animaba a darle trabajo por temor a
ganarse la enemistad del alcalde que, como dijimos, no se tragaba a la familia
Jiménez Ledesma.
Al fin, Francisco consiguió un nuevo trabajo
pero no en su pueblo natal sino en una localidad cercana que se llama Bollullos.
Un día, cuando volvía a su casa desde Bollullos,
Francisco se encontró con una hermosa muchacha. Se acercaron e intercambiaron
algunas palabras. La señorita se llamaba María, y oh casualidad era la novia
del hijo del alcalde.
María se enamoró instantáneamente de
Francisco y lo citó para que lo visitara esa misma noche en la ventana de su
casa, que daba a un callejón muy poco transitado lo que garantizaría cierta
intimidad para el encuentro. Y allí se presentó Francisco. Inició la
conversación con María pero un vigilante que pasaba por el lugar los vio y
Francisco debió marcharse.
A la mañana siguiente, el alcalde ya sabía
quién era el hombre que pretendía quitarle la novia a su hijo. Inmediatamente
organizó una venganza, encabezada por su hijo que contó con la colaboración de
sus dos primos y algún que otro pesado de la guardia municipal que naturalmente
respondían al alcalde. Lo sorprendieron a Francisco en la calle y lo sopapearon
de arriba abajo. El Barquero quedó tan maltrecho que debió pasar algunos meses
postrado en su cama.
Cuando se recuperó, planeó él mismo su propia
venganza. Para empezar, se presentó bien temprano en la plaza de Cantillana, punto
de encuentro neurálgico en cualquier pueblo. Paseaban muchos vecinos por el
lugar a la espera del último toque de campana que anunciara la misa mayor. Y
entre los paseantes se encontraban precisamente sus tres agresores: el hijo del
alcalde y los dos primos. Sin dirigirles la mirada, Francisco se encaminó
directamente a la casa del alcalde. Llegó al despacho donde se encontraba el
funcionario, lo saludó y le cruzó la cara de un navajazo que lo dejó marcado de
oreja a oreja.
El hijo del alcalde, que había visto entrar a
Francisco en su casa, corrió y en el portal se topó con su rival. Pelearon y el
hijo del alcalde cayó muerto de una puñalada. Francisco llegó hasta la plaza,
en donde lo esperaban los dos sobrinos del alcalde. Dos certeros navajazos
fueron suficientes para terminar con sus vidas. Después, se escapó del pueblo y
nunca más volvió. Y nunca pudo volver a ver a la hermosa María. Obviamente, el
alcalde organizó un grupo de hombres para que lo persiguiera.
En los caminos, Francisco “El Barquero de Cantillana” se hizo bandolero. Robaba a los ricos y, según la leyenda, solía ayudar a los menos pudientes. Algunos de los compañeros de andanzas de Francisco eran: El Malos pelos, El Espinaca, El Fraile, El Algarrobo y El Zurdo.
En los caminos, Francisco “El Barquero de Cantillana” se hizo bandolero. Robaba a los ricos y, según la leyenda, solía ayudar a los menos pudientes. Algunos de los compañeros de andanzas de Francisco eran: El Malos pelos, El Espinaca, El Fraile, El Algarrobo y El Zurdo.
Entre las características a destacar del
Barquero se encontraban su caballo Pantalones, que era notablemente veloz. Su
forma de vestir también llamaba la atención: siempre llevaba un traje andaluz
de gala, con botones de plata y lo coronaba con un sombre de copa.
La figura del Barquero se hizo notar
rápidamente entre los pueblos de la zona. Los alcaldes de La Algaba y Posadas,
dos pueblitos por allí, le solicitaron al corregidor de Sevilla, Don Jaime de
Almirola que redoblara la vigilancia y que dispusiera batidas para terminar de
una vez con Francisco.
Como la guardia no podía dar con Francisco,
las autoridades creyeron pertinente incentivar el odio de la gente hacia el
barquero y estimular de este modo la delación. Utilizaron la siguiente
metodología: los funcionarios comenzaron a tentar a otros grupos de bandoleros
para que robaran y mataran en nombre del Barquero de Cantillana. Así,
pretendían que los pueblerinos que tenían cierto cariño por la figura de
Francisco y a quien muchas veces le brindaban cobijo, informaran a los guardias
si lo veían en algún sitio.
Y el plan empezó a funcionar. Francisco se
enteró de que se cometían crímenes horribles en los que los malandras se
identificaban utilizando su nombre. Indagó aún más y supo que funcionaba una
asociación secreta constituida por personas de relieve del lugar que o bien se
ponían ellos mismos al frente de estos bandoleros o bien contrataban esbirros
de otros pueblos para llevar a cabo esos terribles crímenes en nombre de
Francisco.
Entonces, Francisco empezó a perseguir a los
que se hacían pasar por él. Y atrapó a unos cuantos. Ninguno negó pertenecer a
la mentada asociación cuyo iniciador había sido el alcalde de La Algaba. Una
vez capturados los maleantes, Francisco solía colgarlos en sitios frecuentados
de los pueblos en los que residían. Después de las ejecuciones, le ponía a cada
difunto un cartel en el que quedaban descriptas las fechorías cometidas por el ajusticiado.
De esta manera, las víctimas de los pueblos sevillanos y cordobeses fueron
conociendo quiénes habían sido ciertamente los autores de los crímenes que se
le imputaban al barquero.
Viendo que su plan original fracasaba y que
Francisco seguía haciendo de las suyas, el alcalde de La Algaba decidió
conformar un gran ejército con cientos de hombres que, por su volumen, parecía
venido de Madrid. Contrató para que lo comandara a un pesado que se hacía
llamar El Matasiete.
La persecución a Francisco fue implacable.
Finalmente lo rodearon en la hacienda de un amigo que se llamaba Juan Galindo
en donde se había refugiado. Francisco intentó huir del lugar en su mítico
caballo Pantalones pero los acribillaron a los dos. Francisco tenía 29 años.
Una vez terminado el tiroteo, Galindo le solicitó
al capitán Matasiete que le entregaran el cadáver de Francisco y éste dio su
permiso.
El Barquero de Cantillana fue enterrado en el cementerio de Posadas, un pueblo andaluz, que al igual que Cantillana es bañado por las aguas del Guadalquivir...”.
El Barquero de Cantillana fue enterrado en el cementerio de Posadas, un pueblo andaluz, que al igual que Cantillana es bañado por las aguas del Guadalquivir...”.
Si lo desean pueden encontrar algo más de información sobre este personaje en ESTE link, gentileza del blog Bandolero Romántico.
De yapa pueden verse este CAPÍTULO de la serie Curro Jiménez, que la televisión española estrenó entre 1976 y 1978. (el capítulo en cuestión cuenta los inicios del barquero hasta que debe abandonar su pueblo luego de matar al hijo del alcalde y sus dos primos; está más que aceptable).
SirThomas.
No comments:
Post a Comment