Llega Cristina P., a la oficina, agitada y con el rostro completamente blanco. Había ido a buscar una radiografía realizada días atrás. Cometió el error (bastante común) de ponerse a leer las descripciones médico-científicas de la misma y entró en pánico. “mirá lo que dice acá”, “tengo cuarenta mil cosas”. Sugestión mediante, nos contó cómo de repente todo le empezó a doler. “Me puse a leer el resumen en el colectivo, bajé y me empezó a doler todo, no saben chicos, horrible”.
Siguió comentándonos y leyendo el resumen que venía con la radiografía, al tiempo que tratábamos de calmarla buscando qué significaban esas aclaraciones por Internet. “pinzamiento de las vértebras tal y tal”; “No es nada, Cris, no te preocupes”. “Pero seguí buscando, a ver”. Y así, hasta que logramos que se calme un poco.
Unos minutos más tarde, hace su aparición en la oficina Cecilia C., otra integrante de la redacción de la editorial jurídica en donde trabajo. C.P., charlatana como es, relata desde cero lo acontecido, que la radiografía, que los resultados, que el resumen, que los dolores, los miedos, el ataque, hasta que le comenta lo siguiente:
C.P.: “Tengo pinzamiento de no se qué, pero eso es congénito”.C.C.: Ah, y eso por qué es, de tanto cog*r?
(dos segundos de silencio - carcajadas a rolete).
C.P.: Si serás bruta eh.
(más carcajadas)
Saludos.
SirThomas.
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